📌 Capítulo 14
En el poco, denso y frío aire de la montaña, siento que regresa algo de mi fuerza física, mi mente va aclarando el resto de la nubosidad. Pero con esta claridad mental viene una consciencia incluso más filosa de lo que se le ha hecho a Peeta.
Snow me lo ha robado, lo ha retorcido más allá del reconocimiento, y me ha hecho un regalo con él. Boggs, quien vino al 2 cuando yo lo hice, me dijo que incluso con todo el complot, había sido demasiado fácil rescatar a Peeta. Él creía que aun si el 13 no hubiera hecho el esfuerzo, de cualquier forma Peeta hubiera sido despachado hacia mí. Dejado en un distrito activamente en guerra o tal vez en el mismo 13. Amarrado con un moño de cinta de regalo y marcado con mi nombre. Programado para asesinarme.
Es sólo ahora, que ha sido corrompido, que puedo apreciar completamente al verdadero Peeta. Incluso más de lo que lo habría hecho si él hubiera muerto. La bondad, la firmeza, la cordialidad que tenía una sorprendente calidez detrás de ella. Además de Prim, mi madre, y Gale, ¿cuántas otras personas en el mundo me aman incondicionalmente? Creo que en mi caso, ahora la respuesta debe ser ninguna.
Algunas veces, cuando me encuentro sola, saco la perla del lugar donde vive en mi bolsillo y trato de recordar al chico del pan, los fuertes brazos que desviaban las pesadillas en el tren, los besos en la arena. Para poder darle un nombre a lo que he perdido. ¿Pero de qué sirve eso? Se ha ido. Él se ha ido. Lo que sea que existía entre nosotros se ha ido. Todo lo que queda es mi promesa de matar a Snow. Me digo esto a mí misma diez veces al día.
De vuelta en el 13, la rehabilitación de Peeta continúa. Incluso aunque yo no pregunto, Plutarch me da alentadoras noticias por teléfono como: “¡Buenas noticias, Katniss! ¡Creo que ya casi lo hemos convencido de que no eres un muto!” O “¡El día de hoy se le permitió que se alimentara con una compota!”
Cuando Haymitch se pone al teléfono después, admite que Peeta no ha mejorado. El único dudoso rayo de esperanza viene de mi hermana.
—Prim vino con la idea de tratar de hacerle un hijack de vuelta —Haymitch me dice—. Traer a flote los recuerdos tergiversados sobre ti y entonces darle una gran cantidad de alguna droga calmante, como morfina. Lo hemos intentado con un solo recuerdo. La cinta de ustedes dos en la cueva, cuando le contaste esa historia de cuando le conseguiste la cabra a Prim.
—¿Algún progreso? —pregunto yo.
—Bueno, si confusión extrema es un progreso sobre terror extremo, entonces sí —dice Haymitch—. Pero no estoy seguro de que lo sea. Perdió la facultad del habla por varias horas. Entró en algún estado de shock. Cuando salió, la única cosa por la que preguntó fue por la cabra.
—Claro —digo yo.
[...]
Gale se ofreció para venir conmigo al 2, pero yo podía ver que lo estaba apartando de su trabajo con Beetee. Le dije que se quedara donde más lo necesitaban. No le dije que su presencia dificultaría aún más mi duelo por Peeta.
[...]
Desplumamos en silencio por otro rato. Luego él dice:
—Ayer vi a Peeta. A través del cristal.
—¿Qué pensaste? —pregunté.
—Algo egoísta —dice Gale.
—¿Qué ya no tienes por qué tener celos de él? —Mis dedos dan un tirón, y una nube de plumas flota a nuestro alrededor.
—No. Justo lo contrario. —Gale retira una pluma de mi cabello—. Pensé… que nunca competiría con eso. Sin importar cuánto me duela. —Él gira la pluma entre su dedo índice y pulgar—. No tengo una oportunidad si él no se recupera. Tú nunca serías capaz de dejarlo ir. Siempre te sentirías mal por estar conmigo.
—De la misma forma en que me sentía mal por ti al besarlo —digo yo.
Gale sostiene mi mirada.
—Si yo pensara que eso es cierto, casi podría vivir con el resto.
—Es cierto —admito—. Pero también lo es lo que dijiste sobre Peeta.
Gale hace un sonido de exasperación. Sin embargo, después de que hemos dejado los pájaros y nos hemos ofrecido para ir al bosque a juntar leña para el fuego de la noche, me encuentro envuelta entre sus brazos. Sus labios rozando los desvanecidos moretones de mi cuello, haciendo su camino hasta mi boca. A pesar de lo que siento por Peeta, aquí es cuando acepto en lo más profundo de mi ser que él nunca regresará a mí. O yo nunca regresaré a él. Me quedaré en el 2 hasta que caiga, iré al Capitolio a matar a Snow, y entonces moriré por mis lesiones. Y él morirá demente y odiándome. Así que, en la atenuada luz, cierro mis ojos y beso a Gale para recompensar todos los besos que he refrenado, y porque ya no importa más, y porque estoy tan desesperadamente sola que no puedo soportarlo.
[...]
—Darius sólo estaba bromeando —digo yo.
—Probablemente. Aunque tú serías la última en enterarse si él no lo estuviera haciendo —Gale me dice—. Mira con Peeta. Mira conmigo. O incluso con Finnick. Me estaba empezando a preocupar porque él había puesto sus ojos en ti, pero parece que ahora se ha vuelto a encarrilar.
—Tú no conoces a Finnick si piensas que él me amaría —digo.
Gale se encoje de hombros.
—Sé que él estaba desesperado. Eso hace que la gente haga todo tipo de cosas locas.
No puedo evitar pensar que eso va dirigido a mí.
ESTÁS LEYENDO
Everlark a través de los libros
RandomRecopilación de los fragmentos de los libros de la saga de Los Juegos del Hambre [Suzanne Collins] donde se desarrolla la historia de Katniss Everdeen y Peeta Mellark.