Sinsajo XV

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📌 Capítulo 17

—Pero tengo que ir —le digo.

—¿Por qué? —pregunta Coin.

No puedo decir que es por cumplir mi propia venganza personal contra Snow. O que la idea de permanecer aquí en el 13 con la última versión de Peeta mientras que Gale se va a la batalla es insoportable. Pero no me faltan razones para querer luchar en el Capitolio.

—Por el 12, porque ellos destruyeron mi distrito.

[...]

Johanna alza el pestillo de mi relicario, estudia las fotos de Gale, Prim y mi madre. Abre el paracaídas de plata y saca el casquillo, que desliza sobre su dedo meñique.

—Me pone sedienta sólo con mirarlo. —Entonces, encuentra la perla que Peeta me dio—. ¿Es esto...?

—Sí —logro decir. No quiero hablar sobre Peeta. Una de las mejores cosas del entrenamiento es que me impide pensar en él.

—Haymitch dice que está mejorando —dice.

—Quizá. Pero ha cambiado —digo yo.

—Y tú. Y yo también. Y Finnick, Haymitch y Beetee. Ni siquiera me hagas hablar de Annie Cresta. La arena nos ha cambiado a todos nosotros, ¿no te parece? ¿O todavía te sientes como la chica que se presentó como voluntaria para salvar a su hermana? —pregunta.

—No —respondo.

[...]

Delly, a quien he conocido desde que era pequeña pero nunca puse mucha atención en ella, ha crecido en mi estimación. Le dijeron lo que Peeta me dijo esa noche después de la boda. Haymitch dice que es la mejor defensora que tengo cuando Peeta se va a algún tipo de queja sobre mí. Siempre a mi lado, culpando a sus percepciones negativas de la tortura en el Capitolio. Ella tiene más influencia sobre él que cualquiera de los demás, porque realmente la conoce. De todos modos, incluso si ella está endulzando mis virtudes, se lo agradezco. Francamente, me vendría bien endulzarme un poco.

[...]

Mojo hasta el pan en mi salsa y como, mientras escucho a Finnick contar una historia ridícula acerca de una tortuga marina nadando con su sombrero. Río antes de darme cuenta de que está de pie allí. Justo al otro lado de la mesa, detrás del asiento vacío al lado de Johanna. Mirándome. Me ahogo un momento con el pan en salsa en mi garganta.

—Peeta —dice Delly—. Es tan agradable verte fuera... y alrededor.

Dos guardias grandes están detrás de él. Sostiene la bandeja con torpeza, en equilibrio sobre la punta de sus dedos, sus muñecas están esposadas con una cadena corta entre ellas.

—¿Qué pasa con las pulseras de fantasía? —pregunta Johanna.

—No soy muy digno de confianza todavía —dice Peeta—. Incluso no puedo sentarme aquí sin tu permiso. —Indica los guardias con la cabeza.

—Claro que puedes sentarte aquí. Somos viejos amigos —dice Johanna, palmeando el espacio a su lado. Los guardias asienten y Peeta toma asiento—. Peeta y yo tuvimos celdas contiguas en el Capitolio. Estamos muy familiarizados con los gritos del otro.

Annie, que está al otro lado de Johanna, hace esa cosa de cubrir sus oídos y evadirse de la realidad.

Finnick lanza una mirada de enojo cuando su brazo rodea a Annie.

—¿Qué? Mi médico de cabecera dice que no debo de censurar mis pensamientos. Es parte de mi terapia —responde Johanna.

La vida ha salido de nuestra pequeña fiesta. Finnick murmura cosas a Annie, hasta que lentamente quita sus manos. Luego, hay un largo silencio mientras la gente finge comer.

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