Sinsajo XXII

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📌 Capítulo 24

Un escalofrío me recorre. ¿Soy realmente tan fría y calculadora? Gale no dijo: "Katniss escogerá el que sea que rompa su corazón si le abandona", o incluso "al que no pueda vivir sin él". Aquello hubiera implicado que fui motivada por una especie de pasión. Pero mi mejor amigo predice que voy a elegir a la persona que crea que yo "no puedo sobrevivir sin él". No hay la menor indicación de que el amor o el deseo, o incluso la compatibilidad me influyeran. Voy a realizar una evaluación insensible de lo que mis potenciales compañeros puedan ofrecerme. Como si al final, la cuestión fuera si un panadero o un cazador me permitirán vivir más. Es una cosa horrible para que Gale la diga, para que Peeta no le refute. Especialmente, cuando todas las emociones que tengo han sido tomadas y explotadas por el Capitolio o los rebeldes. Por el momento, la elección sería sencilla. Puedo sobrevivir perfectamente sin ninguno de ellos.

[...]

Además, hay un montón de cosas que no puedo explicar fácilmente sobre los últimos días. Varias de las cuales, si salen a la luz, probablemente me quitarían el derecho de la inmunidad a los vencedores. Y dejándome a un lado, tengo la sensación de que algunos de los otros van a necesitarla. Como Peeta. A quién, no importa cómo lo cuentes, se le puede ver en la cinta tirando a Mitchell en esa red de dispositivos. Me puedo imaginar lo que el tribunal de guerra de Coin va a hacer con eso.

[...]

Siento los ojos de Peeta siguiéndonos fuera de la habitación. En la estrecha cocina en la parte trasera de la tienda de Tigris, lleno el fregadero con agua caliente y espuma.

-¿Crees que es cierto? -le pregunto-. ¿Eso de que Snow les permitirá refugiarse en la mansión?

-Creo que lo hará ahora, al menos para las cámaras -dice Gale.

-Me voy por la mañana -le digo.

-Voy contigo -dice Gale-. ¿Qué debemos hacer con los otros?

-Pollux y Cressida podrían ser útiles. Son buenos guías -le digo. Pollux y Cressida no son realmente el problema-. Pero Peeta es demasiado...

-Imprevisible -termina Gale-. ¿Crees que él aún nos dejará dejarlo atrás?

-Podemos usar el argumento de que él nos pone en peligro -le digo-. Podría quedarse aquí, si somos convincentes.

Peeta es bastante racional acerca de nuestra sugerencia. Está de acuerdo en que su compañía podría poner fácilmente en peligro al resto de nosotros. Estoy pensando en que todo esto puede funcionar, que él se mantendrá fuera de la guerra permaneciendo en el sótano de Tigris, cuando anuncia que se va por su cuenta.

-¿Para hacer qué? -pregunta Cressida.

-No estoy seguro exactamente. Lo único en lo que todavía puedo ser útil es causando una distracción. Ya vieron lo que pasó con ese chico que se parecía a mí -dice.

-¿Qué pasaría si... pierdes el control? -digo yo.

-¿Quieres decir... convirtiéndome en muto? Bueno, si siento que eso regresa, voy a tratar de volver aquí -me asegura.

-¿Y si Snow te captura de nuevo? -pregunta Gale-. Ni siquiera tienes un arma.

-Tomaré mis propios riesgos -dice Peeta-. Al igual que el resto de ustedes.

Ellos dos intercambian una larga mirada, y luego Gale busca en el bolsillo. Pone la pastilla de nightlock en la mano de Peeta. Peeta permite que la coloque en su palma abierta, sin rechazarla ni aceptarla.

-¿Y tú?

-No te preocupes. Beetee me enseñó cómo detonar los explosivos de mis flechas con la mano. Si eso no funciona, tengo mi cuchillo. Y voy a tener a Katniss -dice Gale con una sonrisa-. Ella no les dará la satisfacción de atraparme con vida.

El pensamiento de los Agentes de la Paz arrastrando lejos a Gale hace que la melodía comience a sonar en mi cabeza otra vez....

Tú estás, tú estás
llegando al árbol...

-Tómala, Peeta -le digo con voz tensa. Extiendo la mano y le cierro los dedos sobre la píldora-. Nadie estará allí para ayudarte.

[...]

-Nunca subestimes el poder de un estilista brillante -dice Peeta. Es difícil de decir, pero creo que en realidad Tigris podría haberse ruborizado bajo sus rayas.

No hay ninguna actualización útil en la televisión, pero el callejón parece tan atestado de refugiados como la mañana anterior. Nuestro plan es entrar en la multitud en tres grupos. En primer lugar, Cressida y Pollux, que actuarán como guías, manteniéndose a una distancia prudencial de nosotros. A continuación, Gale y yo, con la intención de posicionarnos entre los refugiados asignados a la mansión el día de hoy. Luego Peeta, que se arrastrará detrás de nosotros, preparado para crear una distracción, si fuera necesario.

Tigris observa a través de las persianas esperando el momento perfecto, descorre el pestillo de la puerta, y asiente con la cabeza a Cressida y Pollux.

-Tengan cuidado -dice Cressida, y desaparecen.

Vamos a estar siguiéndolos en un minuto. Saco la llave, abro las esposas de Peeta, y las meto en el bolsillo. Él se frota las muñecas. Flexionándolas. Siento una especie de desesperación levantándose en mí. Es como si estuviera de vuelta en el Vasallaje, con Beetee dándonos a Johanna y a mí esa bobina de alambre.

-Oye -le digo-. No hagas nada estúpido.

-No, ese es el último recurso. Completamente -dice él.

Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, siento sus brazos vacilar antes de que me abrace. No tan estable como alguna vez lo fue, pero aun así cálido y fuerte. Miles de momentos surgen a través de mí. Todas las veces que estos brazos fueron mi único refugio del mundo exterior. Tal vez no los aprecié por completo en ese entonces, pero es tan dulce en mi memoria, y ahora se han ido para siempre.

-Muy bien, entonces.

-Ya es hora -dice Tigris. Yo beso su mejilla, abrocho mi capa de capucha roja, coloco mi bufanda sobre mi nariz, y sigo a Gale afuera, al frígido aire.

[...]

Estiro mi cuello para ver si puedo localizar a Peeta. No puedo hacerlo, pero logro vislumbrar a una pequeña chica de aspecto curioso en un abrigo amarillo limón.

[...]

Me giro y corro lejos del dispositivo. Ahora estoy completamente sola. Gale es un prisionero. Cressida y Pollux pueden haber muerto más de diez veces. ¿Y Peeta? No he puesto los ojos en él desde que dejamos la casa de Tigris. Me apego a la idea de que pudo haber regresado, sentir que venía un ataque y retraerse al sótano mientras aún tenía el control. Darse cuenta que no había necesidad de una distracción cuando el Capitolio había provisto tantas. Ninguna necesidad de ser el cebo y tener que tomar el nightlock.

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