XI: Las cenizas del castillo

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Al caer la noche, Louis ya había podido avanzar un buen tramo calle arriba sin persecuciones por los soldados. La suela de sus botas desgastadas por el polvillo resonaba en el pavimento trizado mientras iba en busca de otro lugar para pasar la noche, bajo el cielo nocturno y el sonar de los búhos en la lejanía. Llevaba los ojos puestos en solo un bar en el cual sabía y juraba por su sangre que nadie lo delataría.

Caminó con sumo sigilo por las avenidas, con las manos dentro de los bolsillos del abrigo para que el frío no las entumeciera. La noche tenía un aire trémulo, las estrellas no brillaban y el viento otoñal comenzaba a cambiar a invernal. El cuerpo de Enzo lo había dejado en la trastienda para que se pudiera solo y sus manos las limpió con las telas abandonadas antes de salir, quitándose cualquier evidencia del homicidio que acababa de cometer. Sin embargo, a pesar de estar acostumbrado a esto, a no sentir nada por sus víctimas, de verlas tornarse pálidas mientras sus ojos continuaban buscando algo en la nada, esta vez... Esta vez algo dentro de él comenzó a removerse inquieto cuando volvió a estar bajo el cielo grisáceo. No sabía cómo describirlo, pero recordaba haberlo sentido cuando Harry se cruzó en su camino un año atrás.

Empuñó sus manos, sintiendo aún la viscosidad de la sangre de Enzo escurrir por la punta de sus dedos. El dolor de los cristales del ventanal en su herida, el olor metálico ir hacia su garganta.

Remordimiento.

Culpa.

No debió ser tan bruto, tan irracional, tan...

Monstruo.

No debió ser un monstruo cuando ese tal Enzo no suponía un peligro real para la sociedad o Harry. Unos cuanto golpes hubieran sido suficientes para evitar que lo siguiera o intentase hacer algo en un futuro. Respiró hondo, intentando de alguna manera convencerse de que lo que había hecho estaba bien, pero era estúpido. Era estúpido cuando la influencia de Harry no podía pasar desapercibida y se sentía en cada recodo de sus huesos. Aún así, continuó sin mirar atrás, tal como Sebastian le enseñó aquel día que lo echó del castillo. El daño estaba hecho, sus manos habían vuelto a ensuciarse.

Llegó en cinco minutos a la taberna. Las puertas corroídas estaban cerradas, pero el bullicio de ahí dentro hacía eco hasta el cielo. Louis pasó saliva, consciente de que una vez entrase, todos sabría quién era. Sin pensarlo demasiado las abrió y se adentró a paso seguro mientras el olor tostado de café, cigarro y sudor, enriquecían sus fosas nasales, calmándolo profundamente. Pero los clientes silenciaron en cuanto las puertas se abrieron y cerraron y Louis pudo sentir sus miradas sobre él, cada una diciendo cuanto querían entregar su cabeza.

Los ignoró. La Taberna del Oro era como su segundo hogar y los antiguos clientes, aquellos con los que él compartió por tanto tiempo en su adolescencia, le cuidarían la espalda. Avanzó a través de las mesas y se sentó en un taburete frente a la barra, donde una mujer de cabello rubio se acercó limpiando sus manos con un paño.

—¿Qué te sirvo?

La voz rasposa y seca de la mujer le hizo hacer una mueca, parecía que no había abierto la boca hace mucho tiempo. Louis inevitablemente carraspeó, dos mechones de cabello lacio y castaño se deslizaron por su rostro al removerse en su asiento, ensombreciéndole las facciones.

—Una cerveza negra. —respondió, sin alzar la vista.

La mujer asintió, tomó el vaso vacío que le perteneció a algún hombre de su lado y retrocedió en sus pasos para dejarlo solo. Louis se concentró en una leve mancha en la barra después de que la mujer de aspecto desaliñado se fuera. Gracias bendita barba que le ocultaba cada facción oró mientras apoyaba los pies en la parte inferior del taburete y se disponía a pensar en qué hacer de una vez, que camino tomar, que lugar visitar, que aliado tener. Después de la información inservible que Enzo le propinó, las cosas por fin tenían un punto de inicio y final en el huracán que se desató hace meses. Pero lamentablemente, Louis no tenía ningún conocido en el pueblo más que Elov, y él, su antiguo amigo, ya no volvería nunca más a pisar la tierra fría de Ribëia.

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora