II: Sentencia

41 7 3
                                    




Desde el centro de la habitación Harry pudo contemplar cada uno de los rostros de los hombres que lo observaban. Ellos, sin excepción, usaban un bigote delgado y grueso sobre su labio superior. Mientras que sus atuendos pulcros y lujosos les daban una morbosidad espeluznante, la cual iba de la mano con sus semblantes aborrecidos y disgustados.

Gracias a ellos, la habitación con ventanas pequeñas fue inundada con un olor a incienso amargo. El cual le revolvió el estómago por la falta de alimento.

Los asientos en la sala del juez llegaban hasta el techo, donde policías, abogados, jueces, testigos, una cantidad de gente que Harry no conocía para nada del mundo, yacía sentada, dispuesta a juzgarlo sin saber lo que en verdad había ocurrido un año atrás.

A un lado de los palcos, el doctor Ozur, lo miraba con una sonrisa mordaz. Harry lo fulminó con la mirada y se encogió de hombros para arreglar el traje de color negro que usaba. No había alcanzado a abrochar por completo su camisa por la rapidez con la que lo sacaron de la habitación esa mañana, y el cabello que le cubría las orejas era una maraña de rizos desordenados y resecos. Al menos el que cayera por sus sienes le ayudaba a ocultar las recientes quemaduras. 

Esa mañana lo fueron a buscar apenas el alba dio atisbos de aparecer, con la orden clara de ingresarlo a una de las salas exteriores del manicomio, donde lo esperaba un juez. Harry conlcuyó con rapidez que esto debía ser obra de una sola persona, y esa, era el hombre desconocido que había ido a su habitación durante la noche.

Harry respiró hondo, se negaba a apaciguar su expresión y a pesar de estar exhausto, permaneció con las cejas fruncidas. Quería que vieran su disgusto, lo horroroso que encontraba el que lo culparan por todo lo ocurrido en el castillo, cuando la verdad era que Erik provocó la mayor parte de los desastres y ahora él debía pagar con heridas en su cuerpo.

El juez acomodó sus anteojos en el puente de su nariz y leyó los papeles sobre su mesa después de un largo silencio.

—Príncipe Harry Styles, hijo del Rey Alastor y Katia Styles...

—Vaya al punto. —Interrumpió Harry. Todos los hombres comenzaron a murmurar por su descaro —¿Por qué me culpan a mí de algo que no hice? Yo no incendié el castillo, yo no...

—¡Una vez más, le pediré silencio príncipe Styles! Si vuelve a interrumpir tendré que dar su sentencia sin decírselo, ¿Entendido?

Harry entronó los ojos, sin quitar sus orbes verdes del rostro arrugado del juez. Si no tuviera sus manos atadas con grilletes, saltaría y le arrancaría la cara con sus dedos. Asintió una sola vez, respirando profundamente para quitar un poco el entumecimiento de sus músculos.

—Bien. En primer lugar, quiero dar a conocer los múltiples delitos por los que ha sido acusado. —Harry vio que un hombre sentado en una esquina del palco del juez comenzaba a escribir a toda prisa —. El príncipe Harry ha entrado a Terian por vía marítima ilegalmente hace un año atrás. Ha sido culpado por el homicidio de su hermano mayor y legítimo heredero Erik Styles, y ha escapado del hospital en el que se encontraba en la capital de Ribëia, recibiendo asistencia médica, dejando de aquel modo su deber como futuro rey de dicho país.

—Erik no es mi hermano y yo no soy heredero de ese lugar.

Un escalofriante silencio ardió en la sala cuando Harry abrió la boca. El juez alzó una ceja, leyó el papel en sus manos y estalló en una risa burlesca, contagiando a todos los invitados de la audiencia.

—¿Qué dices? Erik Harald Styles, sí es hijo legítimo de Alastor y Katia Styles. Heredero legal del trono cuando...

—Cállese. No sabe lo que habla. No sabe nada acerca de mi familia.

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora