XXXVII: Bienvenido a casa

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Louis mantenía la mirada fija una vez más en la ventanilla frente a él del carromato. No había luna como ocurrió en el pasado, tampoco el sentimiento aterrador de que si iba al castillo sería un paso más lejos para encontrar a Harry. Tenía una combinación peculiar de emociones: enojo, diversión, molestia. Todas proyectadas a Erik y un poco a Zayn, tal vez a Harry, pero después de tantas conversaciones, culparlo de que debieron abandonar la idea de proteger a Ribëia de un mal rey sería desperdiciar tiempo valioso y aire.

Respiró hondo, alzando el mentón mientras su cuerpo se mecía en el interior del carromato apestoso de un lado a otro. Mentiría si decía que había olvidado por completo como se palpaba la orina en el paladar o el ruido insoportable que las ruedas generaban al ser arrastradas por la tierra colina arriba. Le ponía de muy mal humor todo este embrollo de ser capturado y acusado de un sinfín de asesinatos: Erik, Alastor, Katia, Philip, Donna... bla bla bla. Él era bueno, ya no había dudas al respecto, tampoco motivos para demostrarlo ante Harry.

Sus manos seguían atadas detrás de su espalda, bien firmes para que no se le ocurriera escapar, como si eso fuera posible teniendo a Harry a su lado aun desmayado. Ni loco lo dejaría ahí solo, menos con los jóvenes guardias que los llevaban. Recordaba que los antiguos al menos eran más estúpidos y amables y adultos, estos chicos el único defecto que cargaban era ser unos narcisistas sabelotodo que preferían ganarse el afecto de su dueño que abrir los ojos.

Perros, eso eran, perros que amaban lengüetear la mano que le daba de comer para mantener sus pescuezos intactos.

Louis movió sus muñecas y pellizcó el nudo de la soga con sus dedos, de una u otra forma, haría ceder aquella atadura para poder escapar. La cabeza de Harry iba apoyada en su pierna, saltando en su lugar cuando una piedra pasaba debajo de las ruedas, sus mejillas y sien manchadas en sangre reseca se avistaban de vez en cuando por la luz que entraba, provocando que Louis contemplase en un silencio turbio como un moretón horrible empezaba a tomar protagonismo en su piel lechosa. Abrió y cerró sus puños, pensando en que, si abría la boca para hablarle a Harry, no dudaría en romper la puerta frente a él de una patada para rebanar los cuellos de los chicos afuera.

Lentamente Harry comenzó a moverse, la atención de Louis cayó en él al sentir el movimiento sobre su muslo. Vio como las piernas de Harry se acercaban hacía su pecho y como tenues quejidos escapaban de su boca. Inconsciente, Louis llevó sus manos a él para calmarlo, pero la piel en sus muñecas quemó gracias a la cuerda que las mantenía quietas. Apretó la mandíbula, esperando a ver los orbes de su esposo explotar en llanto, enojo o miedo.

Harry los abrió rápidamente, como si hubiese estado teniendo una pesadilla mortal. Su respiración se tornó pesada al instante y comenzó a mirar a todas partes mientras el sudor hacía que su ropa se pegase a su piel. Louis buscó su rostro bajo la oscuridad, haciendo sonidos con su lengua para que silenciase.

—Tranquilo. —dijo, estirando su pierna para que Harry supiera que era él— Estoy aquí.

—¿L-Louis?

—Soy yo, mi chico, calma. Estamos dentro de un carromato, por eso no hay tanta luz.

Le escuchó suspirar temblorosamente, aceptando para sí que debía mantenerse sereno para no perder el control. El miedo a la oscuridad aun atormentaba a Harry observó Louis, aunque, difícilmente este se iría cuando el trauma fue causado por Alastor. Por un momento creyó que Harry haría ademán de levantarse, pero se relajó cuando le vio hacerse un ovillo en el suelo. Luciendo tan desprotegido como lo conoció. Quiso decirle que se sintió orgulloso por como lo vio luchar ante la emboscada en el pueblo, darle ánimos y distraerlo del miedo a la oscuridad que tenía, pero sus sollozos le quitaron la palabra, reemplazándolas por preocupación y desesperación al no poder tocarlo. Tenues hipidos llenaron las cuatro paredes llenas de mugre. Louis frunció el ceño, a cuestas, se inclinó a su rostro. Harry rodó sobre su espalda al sentir el movimiento de Louis, ocultando su rostro en su cadera lo más que pudo para tocar y olerlo.

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora