XLII: La cueva escondida tras la cascada

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La sensación de traición comenzó a martillear dentro del cuerpo de Louis cuando condujo a Astrid, Niall, Einar y Derrick hacía uno de los salones que nadie ocupaba después de que ellos dieran con él y lo rescatasen.

Su corazón latía deprisa, no solo por el terror a que los viesen ahí dentro, sino, porque había escuchado cada una de las palabras que Erik le dijo a Harry en el salón real. Cada jadeo adolorido y los múltiples golpes que fueron a parar en su cuerpo. Y de no haber sido por Niall, Louis ahora solo sería otro más en la extensa lista de muertes provocadas por Erik.

Fue infortunado que después de que se llevaran a Harry, el nuevo grupo llegara a salvarlos. Louis se sorprendió bastante al ver los rostros conocidos. Había sonreído de alivio, pero luego, todo se desmoronó cuando la pieza de plata quemó contra la palma de su mano. Harry se fue a ciegas, tanteando su suerte en arenas movedizas. Por alguna razón sentía que la culpa era netamente de él, por haberle hecho el amor sin una pizca de esto más que miedo a perderlo. Estúpido, se dijo, era un patético chico que permitió que la incertidumbre lo gobernara, debió ser más ágil, vivaz, y no contaminar a la única luz que existía para él con mentiras y suposiciones.

No podía quitarse la mirada, el llanto, el aroma de Harry. Lo estaban atormentado a medida que todos prácticamente corrían por los pasillos anchos y vacíos del castillo. Oscuros y repletos de fantasmas que solo Louis podía sentir. Quería pensar que su madre iba con él, o Teresa, pero dudaba bastante que esta última tuviera la decencia de perdonarlo. Después de todo, él y Sebastian fueron los culpables de que su vida hubiera acabado a tan corta edad. Inhaló hondo y se detuvo en una esquina, apoyó su espalda contra el elegante tapiz y selló sus labios con el dedo índice para indicarle al grupo que guardaran silencio para inspeccionar. Todos lo hicieron, mientras que el silbido de un guardia se oia a lo lejos.

Louis vio como Astrid cerraba los ojos y su pecho se expandía frenético. La duda de como habían logrado escapar de las mazmorras aún no se la quitaba de encima, pero conociendo a Niall y su pasado criminal, era algo que por ahora poco le importaba saber.

Cuando el guardia pasó, Louis echó un vistazo, un salón se veía al final, de paredes blancas y candelabro de plata. <<Perfecto>>. Con un asentimiento de cabeza, volvieron a andar apresuradamente. Louis se quedó atrás y vigiló que todos entrasen al salón mientras que las espadas de Einar y Derrick tintineaban y hacían eco.

Louis cerró la puerta una vez estuvieron relativamente a salvo y miró a su alrededor en busca de algo que ayudase a trabar la puerta. Dio con el fierro para remover las cenizas, caminó a él, lo tomó y lo pasó por las manillas alargadas y elegantes de la puerta. Probó si era de ayuda, pero al no quedar satisfecho caminó hasta la mesa decorativa del salón y comenzó a correrla. Einar rápidamente se acercó a él para ayudarlo.

—¿Esto no dejará que abran la puerta? —consultó Astrid, abrazándose a sí misma. Louis vio el miedo palpable en sus facciones y temblores. Sintió una ligera punzada de tristeza. Por él, jamás la habría tomado como amiga y llevado a aquellas tierras asesinas.

—Si, o al menos nos dará un poco de ventaja si llegan algunos guardias —respondió Derrick, cruzándose de brazos. El muchacho delgaducho que fue un año atrás había quedado muy lejos, su cuerpo ahora era macizo, grande. Einar parecía un palillo a su lado.

Astrid suspiró, dando pasos hacía el tenue fuego que calentaba la sala.

—¿Cómo saben que Erik no vendrá aquí?

—No abandona su trono. —concluyó Louis, empujando por última vez la mesa. Einar resopló y retrocedió, a la misma vez que Louis echaba un vistazo a su obra —No vendrá aquí, tranquila.

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora