XXVII: En el vaivén de las olas

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Louis rodeó las muñecas de Harry y las puso sobre su cabeza para repartir besos prolongados por su rostro. Necesitaba probar lo que había creído irreal, recordar cómo era deslizarse por una piel suave, con olor único y dulce, tan blanca como la porcelana. Respiró hondo al llegar al pecho de su chico, intentando inmovilizar a Harry bajo su cuerpo, que se retorcía sin cesar ante las caricias y roces que él mismo causaba en su miembro ya duro con su ropa.

Una sonrisa lobuna se escapó de sus finos labios cuando escuchó su primer gemido, tan silencioso como una canción volando entre los silbidos del viento. Le soltó las manos y con la punta de su lengua recorrió desde su esternón hasta llegar a uno de sus pezones, comenzando a hacer círculos húmedos sobre este, succionando suavemente. El cuerpo de Harry se tensó bajo el suyo y su espalda se arqueó ante la succión; sus dedos temblorosos se enredaron en su cabello, jalándolo con lentitud mientras él continuaba lamiendo aquellos botones tan preciados. Luego descendió, perdiéndose en su vientre plano, la muestra de los días que Harry había pasado sin probar alimento. Louis besó las costillas sobresalientes, llegando al comienzo de su pelvis. Alzó la mirada, encontrándose con esas pupilas verdes viéndolo detrás de una cortina de lágrimas y lujuria. Fue la respuesta que buscaba y, de un movimiento rápido y para nada gentil, lo despojó del pantalón.

Las piernas de Harry quedaron al aire cuando Louis lo quitó, su miembro alzado lucía duro, húmedo y necesitado de atención, decorado por sus vellos rizados. Las palabras de Harry acerca de cómo lo maltrataron en aquel miserable lugar volvieron a escucharse en la lejanía, con dolor y pánico. Louis frunció su ceño inconscientemente mientras deslizaba una mano por el muslo, la ingle, hasta llegar al ombligo de Harry. Pensando en cómo era posible que los humanos, con tanta capacidad de comprender y amar, fueran tan crueles a la vez.

Subió su mano por el centro de su abdomen, a la vez que Harry arqueaba su espalda y cerraba los ojos. Louis se inclinó sobre él con los labios rojizos y ojos hambrientos, más que azul, se veían negros. Harry le acarició los hombros, la espalda y lo besó suavemente. No había dicho nada, pero no había necesidad de ello, Louis sabía escuchar a su cuerpo y lo que quería. Entonces, sin preparaciones, cuidados o palabras, posicionó su miembro en su entrada ardiente y ejerció presión hasta que pudo entrar. Un gemido agudo salió de la boca de Harry, mientras se aferraba a los bíceps de Louis con agonía por la quemazón que invadió su trasero de repente. Aun así, Louis dejó ir un ronco gemido ante el placer y excitación de poder sentir esa cavidad contraída a su alrededor otra vez, tomándolo y succionándolo como si no quisiera dejarlo ir.

—Ah, Harry, como extrañaba esto... ¿Duele?

—No —mintió Harry, a pesar de que lágrimas caían por sus ojos, contradiciendo sus palabras —. No duele.

Al escuchar su voz llorosa, Louis hizo ademán de apartarse, pero Harry lo retuvo encerrando el cuerpo entre sus piernas.

—No te salgas.

—Pero te lastimaré...

—No, no lo harás.

—Harry.

—Louis, por favor. Te necesito.

Lágrimas cayeron por los ojos de Harry ante el continuo dolor y presión. Sin embargo, eso era justo lo que su piel y cuerpo exigían. Aquel dolor era lo único real que le dejaba en claro que esta era la realidad y que ya nadie podría arrebatársela nuevamente. Perder a Louis desencadenó una serie de agonizantes deseos, incluyendo la muerte y el carnal.

Ninguno de los dos volvió a decir palabra alguna, era como si ambos solo quisieran sentirse y fundirse en el otro sin importar cuanto dolor les produjera. Harry enterró sus dedos en la espalda de Louis cuando él accedió a su petición, gimiendo en su oído cuando inició un vaivén desesperado e inquieto, como el mar. Su respiración caliente quemó en su mejilla, sus manos arrasaron con la poca suavidad que le quedaba a su cintura. Harry cerró los ojos con fuerza para soportar la quemazón, subiendo sus piernas hasta que sus talones se clavaron más arriba de la espalda baja de Louis, de esa manera, su pareja pudo hundirse en el con más libertad, golpeando aquel punto que nadie, durante mucho tiempo, tocó.

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora