XX: Escapar

38 6 14
                                    







LOUIS

Un par de días transcurrieron desde la extraña situación que se desató con Erik en la habitación. El silencio en el castillo comenzó a tornarse aún más lúgubre de lo que ya era desde que Erik desapareció por la puerta con una mirada desorbitada y fuera de sí.  Los sirvientes optaron una apariencia asustada y sus rostros eran el reflejo de algo indescifrable, como si Erik los hubiera amenazado o hecho algo peor.

Esa tarde, las nubes se alzaban negras sobre el cielo, espesas y cargadas de agua. La lluvia pronto caería y comenzaría a bañar la tierra sin cesar como de costumbre. Louis las miró desde la ventana. Recordaba muy bien el miedo que les tenía cuando era un niño, el sonido del viento cuando chocaba consigo mismo ahí arriba, creando poderosos relámpagos, incluso ahora de adulto, ellas lo asustaban e impedían dormir. Apoyó una mano en el cristal y comenzó a pensar en qué hacer para poder escapar mientras no apartaba los ojos del cielo.

Sabía que no tenía escapatoria fácil, los guardias lo vigilaban a cada minuto, pero esperaba conseguir algo hoy, cuando Erik fuera a buscarlo para el gran paseo que darían por los jardines como le dijo el día de ayer.

Claramente, no le agradaba la idea.

De repente, la puerta se abrió, destruyendo todo atisbe de tranquilidad. Louis dio un brinco en su lugar ante el brusco sonido, giró la cabeza para ver quién estaba bajo el umbral, sin sorprenderse cuando Erik apareció ante él con una sonrisa de oreja a oreja, ensombrecida por sus ojos oscuros y ojerosos. Vestía un abrigo grueso, tan largo que llegaba a cubrirle los tobillos. Sus manos iban cubiertas por guantes de cuero y el cabello lo llevaba hacía atrás como siempre. Louis lo miró de pies a cabeza, asqueándole la idea de que debía usar las mismas prendas para no lucir como un forastero en un magnífico castillo endemoniado.

—¿Y tú abrigo? —preguntó Erik, indicando con la mano a los guardias que entraran. Louis se encogió de hombros.

—Prefiero mil veces quedarme encerrado para siempre que ir a dar un paseo contigo.

Erik permaneció en silencio unos segundos, analizando sus palabras, y luego, llevó sus manos a sus rodillas para comenzar a reír. Louis intentó no prestarle atención, pero el ruidoso timbre de su voz le hacía doler la cabeza. A cambio llevó su atención a los guardias que yacían de pie detrás de Erik, uno tenía un abrigo demasiado elegante en manos, y otro, esperaba con la mano sobre la empuñadura de la espada.

Louis rodó los ojos.  

—Eres muy gracioso hermano, mucho más que Philip me atrevo a decir, pero en serio necesito que salgas a tomar aire. Esta habitación comienza a apestar.

Sin evitarlo, el rostro de Louis se contrajo en una fría molestia, intensificando sus arrugas y la mirada atormentada que siempre estuvo presente en sus diferentes ojos. Avanzó a dos pasos ante Erik para tomarlo desde el cuello del abrigo, ya incapaz de seguir aparentando que su presencia no lo asqueaba y no le producía una furia incomprensible y asesina. Sus dedos se enterraron en la lujosa tela del traje, jalándola para poder acercar su rostro al de Erik y golpearlo. Los guardias lo rodearon al instante, pero Erik alzó una mano para avisar que estaba bien.

—¿Eres sordo o qué? —masculló Louis entre dientes —. Prefiero morirme aquí, no comer por años, a estar un maldito día entero paseando contigo, fingiendo que somos los mejores amigos.

—Bien, lo entiendo, pero ¿Tú no entiendes que esta es la orden de un rey?

Permaneció clavando su mirada en la de Erik hasta que se hastió. Gruñó y lo soltó. Erik suspiró mientras arreglaba su abrigo, viendo a Louis pasar reiteradas veces sus manos por su cabello, sintiendo como poco a poco la locura se adueñaba de su cordura.

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora