EPILOGO

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Un año después.

Un sol primaveral teñía las montañas y la poca nieve que albergaba sus cumbres. El cielo azul era destellante, como nunca se había visto en el pasar de los años. Louis se veía en la obligación de entronar sus ojos cuando alzaba la vista y miraba las nubes en conjunto, mientras que el viento tibio, combinado con el dulce calor de la época, le hacía cosquillas en la piel desnuda de sus brazos.

Había perdido la cuenta de cuantas veces peleó con Harry por no querer usar los costosos trajes que se enviaban a confeccionar a los sastres, prefería sin duda vestir como siempre: con sus camisas arremangadas hasta el codo, los pantalones de tela y zapatos desgastados de tantas veces que recorría el bosque y andaba a caballo. Trabajaba de carpintero real, aunque la mayoría de los consejeros le dijera que no era correcto dado su nuevo estatus. Hizo oídos sordos y se propuso construir muebles para su hogar y el de la gente que llegaba a él con algún modelo.

No podía quejarse, sería poco cortés de su parte hacerlo. Harry le daba todo y él intentaba de todas las maneras posibles darle lo mismo a cambio. Su vida cada día era una belleza, un momento preciado que atesoraba con el alma.

Eran alrededor de las once de la mañana ese día, el rio corría con furia a su lado, mientras que Delia jugaba con sus juguetes en su regazo. Louis se la había llevado del castillo para que Harry pudiera tener una reunión en paz con el consejo, charlas sobre las próximas exportaciones que se llevarían a cabo. Y si, él tendría que estar presente, pero aún no tenía las agallas suficientes para tomar decisiones tan importantes como aquellas. Prefería estar con la pequeña criatura que Erik dejó, enseñarle que, aunque sus padres no respiraran, ella podía contar con él y Harry por siempre.

Poco se hablaba del desastroso suicidio de Erik, para el pueblo él se convirtió en un fantasma, un mal recuerdo que borraron de su memoria por el bien de todos. Harry por otra parte puso una placa cerca de la escultura de Philip en memoria del ex rey, lo poco que podía hacer para Delia sin que pasase a llevar su propio dolor. Louis no había dicho nada, le parecía correcto que dejaran un espacio al demonio que los persiguió por tanto tiempo en el castillo.

Miró alrededor, Delia no paraba de balbucear y lanzar los juguetes a todas direcciones. Louis sentía una extraña sensación en su estómago cuando pasaba momentos con ella, totalmente dulce y cosquilleante. Irremediablemente se había acostumbrado a la presencia de la niña, a su risa y llanto. Aunque este último le sacara las casillas de lo ruidoso que era.

—Creo que debemos volver, Harry nos matará si llegamos tarde a esta ceremonia.

Delia no le puso atención, parecía más interesada en una piedra que en los costosos juguetes que la gente le había regalado por sus dos años. Louis bufó y, sin darle más vueltas, se puso en pie. Sintió las piernas algo acalambradas por la posición en la que estuvo por tanto tiempo sentado, pero tan rápido como comenzó a guardar los objetos, estas se descongestionaron. Delia le jaló el cabello mientras Louis se agachaba y echaba las piezas de colores y madera en un bolso. Cerró los ojos, intentando no estallar por el dolor.

Al finalizar acomodó a la niña en sus brazos y se puso a caminar en dirección al castillo, varios recuerdos lo tomaron de imprevisto mientras avanzaba, su favorito, cuando Harry cayó a las orillas del rio en un intento de huida. Sonrió de lado, algunas cosas nunca cambiaban, su esposo continuaba aporreándose cuando ambos se proponían tener una tarde de excursión entre los frondosos pinos. 

El camino de regreso no fue largo, Louis había trazado una ruta directa, donde no había árboles o piedras estorbando de paso. El sauce se vio a lo lejos, meciéndose feroz por el viento veraniego. Algunos sirvientes iban de un lado a otro llevando carretas y alfalfa para los caballos. Louis nunca podría acostumbrarse a que ese lugar por fin estuviera tranquilo, o que la gente sonriera la mayor parte del tiempo.

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora