XVIII: El burdel de seda

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El sol se había ocultado por completo. El cielo oscuro y frío se cernía con compasión sobre Harry y los demás. El grupo iba en silencio, pendientes a cualquier movimiento distinto que se diera en los alrededores. Harry iba a un lado de Zayn, caminando detrás de Astrid y Niall al mismo ritmo tardío. A pesar de querer estar concentrado en una sola dirección, sus ojos inconscientemente se dirigían al bosque, al suelo, para estancarse en el final de la capa que rozaba sus tobillos ante el movimiento. Mentalmente dio gracias a Louis por haberla dejado en casa, quien diría que esta prenda tan pesada ahora le seria de tanta utilidad mientras iba de camino al puerto.

El camino era amplio, con algunos agujeros de por medio por las fuertes lluvias. Las marcas de las ruedas de las carrozas y diligencias yacían firmemente marcadas en los extremos, interminables. Harry caminó encima de ellas, un pie frente al otro, acariciando su antebrazo mientras se escabullía en sus pensamientos. No quería recordar la última comida que tuvieron en la taberna, tampoco como Niall había puesto el cartel anunciando que cerraba hasta nueva fecha, con un brillo notoriamente melancólico en sus ojos, pero no pudo evitarlo, y la semi culpa ahora le arañaba el pecho.

Aquellas tres personas estaban dejando cosas preciadas para ellos por él. Porque creían que una vez en Ribëia él se convertiría en rey. ¿Cómo convencerlos de que no era tan simple? ¿Qué no era una decisión que pudiera tomar a la ligera, después de todo lo que vivió gracias a sus padres? Era mucha la responsabilidad, y él no estaba en condiciones de asumirla. El estómago se le revolvía al imaginarse con la corona, en el trono, dando órdenes como un sabelotodo mientras se rascaba la barriga. No dejaba de cuestionarse acerca de cuantas personas a parte de ellos tuvieron que tomar la misma decisión: abandonar toda una vida, para poder sobrevivir.

La risotada de Astrid rompió el silencio de sus pasos dos horas después, Harry por fin se dignó a alzar la vista y ver donde estaban, llevándose una gran sorpresa al ver el puerto. Las casas humildes cerca de la avenida aparecieron frente a ellos, todas con una tenue luz iluminando las ventanas, con sus tejados corridos por el viento. Harry reconocía donde estaba parado por haber estado ahí mismo con Louis un año atrás. El frío marino se notaba en el viento, vidrioso. La bruma velozmente les humedeció el cabello y nariz.

Volvieron avanzar, viendo sus siluetas ser dibujadas por la luz de las farolas en la calle. De soslayo Harry vio que Zayn avanzaba al frente y buscaba algo a lo lejos.

—¿Qué buscas doctor? —preguntó Niall con molestia al ver al nuevo integrante cerca de él —¿Nos vas a dar de carnada? 

Harry se alarmó al oírlo y rápidamente se encaminó entre Astrid para pararse a un lado de Zayn. El doctor de tez morena se cruzó de brazos, negando con la cabeza.

Busco un lugar donde pasar la noche, señor Niall. 

Astrid frunció el ceño y habló:

—¿Por qué? Estamos cerca del puerto, podemos pedir que nos lleven ahora. Seguramente un braco estará disponible.

—Lamento decir que no. Es muy tarde como para que un marinero acepte transportarnos. Menos si solo somos nosotros cuatro. Los pescadores están limitados, hacen viajes solo por necesidad. —dijo Zayn, mientras giraba y rodaba el anillo en su dedo. Harry intentó no mirarlo, pero como estuvo ocurriendo todo el trayecto, sus ojos inevitablemente contemplaron aquella perla lechosa que tantas veces le lastimó el rostro por las abofeteadas de su madre. Tragó grueso.

—¿Y qué te asegura a ti que mañana un barco zarpará por necesidad? —inquirió Astrid. Harry ladeó una sonrisa cuando ella se cruzó de brazos y dio un paso a Zayn, desafiante. El doctor carraspeó y miró a Harry, luego a Niall. Parecía nervioso.

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora