XIX: Sospechas

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Después de que el doctor Zayn se encaminara a su habitación, Astrid no evitó sospechar de él mientras lo veía subir al segundo piso con la espalda curvada y cabeza gacha. El silencio tan misterioso que arrastraba como cadenas desde sus tobillos la ponía nerviosa. No solo a ella, a Niall también le daba mala espina cuando se acercaba a preguntar cualquier cosa luciendo como un perro desamparado. Porque él conocía los de esa clase, y bien de cerca.

Astrid volvió a dar un sorbo a su cerveza, generando las preguntas sobre el doctor en su cabeza mientras miraba a Niall, pero a juzgar como este lucía, daba la impresión de que no creía en donde estaba. Su atención estaba más puesta en las dulces sedas que lucían como ondas de neblina en el aire, que en todo lo que ocurría a su alrededor. Babeaba por cada una de las mujeres que caminaban alrededor de la mesa. Lucía tan bobo, que la mano de Astrid tuvo la estupenda idea de que se merecía una abofeteada.

—¿Confías en ese tal Zayn? —preguntó, tomando el vaso para girarlo sobre su eje. Niall sacudió su cabeza al oírla. Su semblante embobado pronto cambió a uno apático.

—No —respondió en voz baja.

Astrid asintió a su respuesta, mirando a su alrededor, como si el tal Zayn los estuviera acechando desde una esquina. Sin embargo, sabía que el doctor estaba con Harry ahora, ambos descansando. Al recordarlo tragó grueso. Ambos sabían que Harry era capaz de defenderse, todos lo tenían muy en claro, pero le había cogido tanto aprecio al chico, que no evitó pensar en cómo protegerlo si se llegaba a dar la circunstancia.

—Yo tampoco. —confesó, tomando la llave de su recamara para jugar con ella. Niall se inclinó en la mesa para acentuar la privacidad en la conversación.

—Bueno, Harry tampoco debería hacerlo. Conozco a los de su clase y su actitud de señor misterio no me la trago aunque me apunten con una pistola. —Astrid alzó una ceja —, me refiero a que... yo lo hago, ya sabes. Estafo y robo a menudo, conozco a los de su clase.

Astrid suspiró. No era un secreto en ellos lo que Niall hacía a hurtadillas. Endeudarse en juegos de azar era la peor decisión y vicio en el que pudo caer tras la muerte de Flo, pero, aunque la apariencia y reputación que comenzó a generar su amigo en el pueblo dictara lo contrario, ella sabía que no era un mal hombre. Que fuera con ellos era un indicio.

Su pasado lo era.

Apoyó su mentón en una mano mientras negaba para sí misma. Los azules ojos de Niall parecieron cohibirse tal como lo hacían cuando sabía que había cometido un error cuando Astrid no quitó sus ojos de su rostro. Cohibiéndolo.

—Aun no entiendo porque lo haces. —dijo ella, viendo como Niall se tornaba levemente sonrojado —. Te conozco hace tanto tiempo, pero... todavía eres un desconocido para mí.

Él contempló sus ojos marrones, luego sus labios y el cabello castaño. Después de la muerte de Flo, era muy difícil explicar el por qué prefirió convertirse en el "canalla", que seguir en un camino de amargura, buscando rayos de sol que simplemente no conseguirían atravesar las nubes.

Resopló, reclinándose en la silla mientras sus pensamientos se convertían en duras cuerdas enredadas unas con otras, que cada vez le impedían pensar con claridad al mezclarse con la ruidosa música.

—No lo hago por gusto, si es lo que crees —Niall pareció recordar, ensombreciendo sus facciones a la misma vez, al punto de que sus hombros se curvaron ligeramente hacía abajo —Después de Flo... —tragó grueso, notando el nudo espinoso en su garganta descender hasta su estómago —Astrid yo... joder, no es fácil hablarlo. 

—Vamos, puedes confiar en mí. —Niall negó, pero Astrid le tomó la mano y la apretó sutilmente para alentarlo —Dado el embrollo en el que nos metimos, creo que es mejor contarnos todo. ¿Cómo sé que ya no tienes la idea de entregar a Harry?

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora