XLV: Corriendo a la profundidad del bosque

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Una fuerte ráfaga de viento que remeció los árboles le hizo abrir la boca, Harry comenzó a respirar rápido, como si sus pulmones no se pudieran llenar del todo. El oxígeno que tomó a bocanadas estrepitosas le clavó el pecho, haciendo contraer el rostro en terror y dolor. Observó a su gente mientras perlas de sudor se instalaban en su frente, a todos aquellos galantes hombres con los que alguna vez compartió una amena conversación. Ellos lo observaban en un constante juzgamiento, siniestro, poseídos por todos los demonios habidos y por haber. Negó, ellos no podían caer en la trampa.

Quería hablar, pero la voz no salía de su boca. Veía al verdugo preparar su muerte con sus grandes manos, la soga se balanceaba de un lado a otro, mordaz. Harry sintió sus ojos aguarse, los pies y extremidades tensarse y temblar a la par. Observó a las mujeres, a los hijos que cargaban en brazos, sería inútil pedir ayuda a su madre, porque ella lo habría abandonado.

De repente, sus mejillas se helaron, su nariz rojiza se calentó levemente y sus labios notaron el salado de sus propias lágrimas. Harry sorbió por la nariz, el aire que respiraba con tanto esmero le hizo colapsar y hablar antes de pensar.

—¡No! ¡No pueden creerle! ¡Soy inocente, soy inocente de toda esta barbaridad! —exclamó entre sollozos sofocados, con sus verdes ojos fijos en la cuerda que pronto estaría enrollada en su cuello —¡Por favor, abran los ojos, yo jamás cometería un delito tan bárbaro como asesinar a mi propio hermano! ¡Philip y Donna murieron por el fuego, yo nunca...!

—¡Silencio! —bramó Erik, parándose a un lado de Harry para mirar a la multitud. Algunas mujeres lloraban, otras, se llevaban a sus hijos a las carrozas. —¡No tienes permitido hablar, tus delitos ya se han dicho, la gente habló!

Varios hombres aullaron en confirmación. Harry hizo un puchero. La nieve comenzó a derretirse entre sus rizos.

Sabes que yo no tengo toda la culpa, Erik, ambos la tenemos. —susurró con la voz temblorosa. Erik negó —. Por favor, no hagas esto. Es... monstruoso, hay niños.

—Deben aprender, deben respetarme.

—Ellos no te han hecho nada.

—Pero lo harán. Prefiero asegurar que aprendan que conmigo no se juega, a verme encerrado en el castillo porque ellos se revelan ante mí.

—Un país sumergido en miedo no te llevará a ninguna parte.

Erik rodó los ojos y se giró. Harry volvió a mirar a la multitud, llevándose la amarga sorpresa de que todos esperaban a que lo colgaran y convulsionara en sí mismo en una muerte dolorosa y lenta.

—¡Que dice la gente! ¿Merece mi hermano, su expríncipe, el cual les recuerdo abandonó sus deberes para huir con un hombre, piedad?

Todos los presentes gritaron en conjunto un horroroso y agonizante ¡No!, Harry sintió que perdería el juicio de pie ahí. Demasiadas lagrimas empaparon sus mejillas y mancharon el cuello de su traje blanco, mientras la nieve caía suavemente y decoraba la alfombra rojiza del escenario. Erik sonreía, como un niño que obtenía el premio mayor de una apuesta. Harry volvió a mirar al cielo, preguntándose que ocurriría si se rendía y entregaba al dolor y el dormir enteramente. Hasta que Erik le volvió a hacer frente.

—¡ Harry Styles, te condeno a la ahorca por cometer homicidio e involucrarte amorosamente con un hombre! ¡Hoy, en la primera nevada y bajo el reino de Erik Styles...!

Todo pasó muy rápido, Harry fue jalado por sus brazos y posicionado debajo de la soga. El corazón se detuvo y todo lo que veía a su alrededor poco a poco se distorsionó. Sentía hormigas escalándole por la piel y adormecerle el rostro. Tenía miedo, demasiado miedo.

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora