XXIV: Promesa cumplida

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Harry tuvo que cubrirse un poco más el rostro con la capucha, temiendo a que los ciudadanos lo reconocieran por los carteles pegados en las puertas de las tiendas, cuando el sol ya salió por completo. Con cuidado escondió sus rizos, la flor sobre su oreja y miró con vacilación a la gente que ya comenzaba a trabajar mientras avanzaba lo más rápido posible por el muelle.

El silencio en el grupo no era incómodo, más bien, era un silencio cuidadoso. Las pisadas de todos se convirtieron en suaves arrullos, como si estuviesen firmemente calculadas desde que salieron de la morada de Elov para confundirse con la brisa y con ello, pasar desapercibidos ante cualquiera. Sin embargo, a pesar de ir cubierto y que la mayoría de personas paradas en el muelle no prestaban demasiada atención a los transeúntes, Harry siguió con un regusto amargo en la boca, pensando en que, ante el nimio movimiento, todos sabrían de una vez que iban de camino a escapar.

Controlando en lo posible su respiración, se posicionó a un lado de Zayn mientras dejaba a Astrid atrás. El doctor había apagado la lámpara y lanzado en la esquina de una casucha con barriles que pronto dejaron atrás. No habían hablado de lo ocurrido en el prostíbulo durante la noche, precisamente porque el buscar un barco había distraído a Harry, pero ahora, que ya tenían lo necesario para huir, creyó que dar una disculpa por dejarlo solo y preocupado era lo más prudente, y de paso, charlar un poco de lo que ocurría con su padre Basil...

Y Erik.

Harry aún confiaba en que Zayn tenía mucho que decir. En el fondo, sabía que el doctor había visto cosas que no cualquiera podría soportar, había oído y sentido, y su silencio no se debía a nada más que él intentando procesar lo que ocurría en su corazón. La mirada que compartieron en la sala de Elov no era de simple confusión, Zayn estaba más preocupado de lo usual, giraba más veces el anillo de las que podía contar y mantenía la cabeza gacha como si fuera el culpable de un crimen.

La mirada oscura de Zayn se calvó en él de soslayo cuando sintió su presencia, Harry observó que ocultaba sus manos dentro de su abrigo marrón y que tensaba los hombros. Con descaro contempló las ojeras, el cabello desordenado y el constante semblante abatido que traía el doctor. La conversación que tuvo con Astrid apareció en su cabeza, ninguno de ellos confiaba en Zayn, porque todos presentían lo mismo.

Antes de hablar, las cejas del doctor se curvaron y habló con voz afable:

—¿Desea preguntarme algo, príncipe?

Harry ahogo un pequeño grito y apartó su mirada a otra parte, sacudiendo la cabeza en negación.

—Creo que le debo una gran disculpa por lo ocurrido en la habitación del prostíbulo. —declaró, notando sus mejillas entibiarse —No... No fue mi intención dejarlo solo. Verá, no he tenido encuentros muy agradables con hombres, la mayoría cree que puede tomarse libertades y después de la pesadilla que tuve yo... Necesitaba estar con Astrid.

Zayn sonrió amablemente y asintió solo una vez.

—Lo comprendo, y siento mucho si lo asusté. Yo solo intenté despertarlo.

—Lo sé, doctor Zayn, y por eso me disculpo, espero que acepte y volvamos a ser... compañeros de viaje.

Zayn sonrió levemente y sus pómulos se sonrojaron al igual que los de Harry.

—Claro que acepto su disculpa, príncipe. No hay nada mejor que me dé la posibilidad de tener su amistad.

Harry dio un pequeño asentimiento de cabeza, mientras sus hombros se tornaban más ligeros que antes. Era bueno saber que no había lastimado a Zayn de alguna manera al hacerle creer que su presencia le molestaba. Supo que hablar sería una buena forma de arreglar las cosas y de paso, liberar su pecho de pesos innecesarios. Aun sonriendo tenuemente, continuó mirando al frente mientras los pasos del grupo se confundían con las voces de los pescadores. Y a lo lejos, vio como un grupo de ellos levantaba una enorme malla con algunos peces y otro, se iba en los botes silbando canciones a la mar. Aprovechó de observarlos, pensando en que, de ser otras circunstancias, se habría detenido para ayudar, pero el verse limitado a explorar aquellas maravillas no le dejó más remedio que imaginar y entristecerse. Si había algo que le diera melancolía, era el no poder descubrir y aprender como solía hacerlo en el bosque del castillo, hubiera sido encantador aprender sobre el mar y sus extraños animales.

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora