XXXVI: La furia después del consuelo

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Las tablas crujieron amargamente cuando Louis se adentró por fin a la gran oscuridad de su antiguo hogar. El sofá donde alguna vez tomó cortas siestas ahora era un triste recuerdo de días tibios, demasiado sucio y roído. Y a un lado, la chimenea polvorienta era más un nido de insectos y aves que un lugar donde él podía entibiar sus manos.

Observó la escalera frente a la puerta, las velas que aún colgaban desde el techo, fieles al recuerdo de su padre, de él, y de su madre. Detrás, la cocina apenas se veía por la poca luz natural que lograba iluminar. Louis no dudó en avanzar hacía ella con rapidez, apenas consciente en que ahora tenía amigos con quienes compartir el dolor. Las pisadas de Harry le siguieron al instante, preocupado en que se derribara demasiado pronto.

Louis se detuvo en seco en medio de la cocina, un pequeño halo de luz de noche se colaba por las ventanas, tímido, acarició con su mano los estantes y la vajilla de porcelana barata; maseteros consumidos, ollas colgantes sobre la cocina a leña. Notó un nudo en su garganta cuando el recuerdo de su madre se apoderó de él finalmente. El sabor de la leche caliente, las galletas, los estofados cuando las tormentas rompían la tranquilidad con sus truenos, las sintió nítidamente en su lengua, tanto, que sus piernas perdieron la fuerza poco a poco.

Louis dio un paso atrás, como si una flecha se hubiera perforado en su corazón. Los ojos le brillaron cual cristales, y pronto, su llanto inundó la vieja casa. Niall, Zayn y Astrid permanecieron en la sala, sin saber que hacer o actuar. Prefirieron tomar asiento y esperar totalmente callados, empatizando profundamente con el sufrimiento que oían. 

Cuando Harry vio como Louis se rompía, fue hasta él y le acarició la espalda de arriba abajo hasta poder rodearle los hombros en un abrazo. Louis lo atrapó por la cintura con desespero, y escondió su rostro en su cuello para continuar llorando ahogadamente ahí. Sus sollozos fueron crudos, como los de alguien que apenas había perdido a alguien importante en su vida. Harry recordó la noche del laberinto, como Louis le lloró postrado ante sus piernas por saber que cometió un error. Pensó en hablarle, pero supo que no le respondería, y, a cambio, le besó el hombro y deslizó sus manos por su cabello lacio. Le brindó caricias que poco a poco le calmaron y permitieron respirar.

Louis sorbió por la nariz, negando para sí mismo. Quería parar, pero su llanto se negaba a cesar. Sentía como si alguien le hubiera derribado su represa para permitir que el agua escurriera por todas partes. Agua turbia, que pronto comenzó a ser traslúcida. En su desconsuelo, miró a Harry, el pobre chico lo contemplaba de la misma forma que cuando le relató sus pasados, lo hacía con pesar y cariño. Le vio alzar las manos y rodearle el cuello, sus pulgares remarcaron la línea de su mandíbula hasta llegar a sus pómulos.

—Esto es peor de lo que creí. —susurró Louis en un hilo de voz en la oscuridad. Harry sonrió bajo sus ojos llorosos— Aquí... nací Harry, este fue mi hogar. 

—Estoy seguro de que fue una casa muy linda antes de que el tiempo pasase.

Louis asintió, sintiéndose ligeramente feliz. Miró alrededor secándose los ojos que se negaban a parar de humedecerse. Vio algunos vasos y su taza favorita hecha a madera detrás de las puertas del aparador, se separó de Harry para abrirla y con su otra mano cogió los bellos recuerdos. Harry dio un paso a él, cautivado por lo que Louis sostenía en manos.

—Esta fue la primera taza que mi padre hizo para mí. —aclaró, limpiando el polvo del dibujo en ella: dos elefantes chocando sus trompas— No me separé de ella hasta que fui al castillo.

—Es preciosa. —musitó Harry, recibiendo la taza cuando Louis se la tendió— Podemos guardarla, ¿te gustaría?

Louis no evitó sonreír cuando vio la amabilidad en sus ojos verdes. Aunque le dolía aceptar, una parte de él se negaba a abandonar sus juguetes y objetos que fueron tan preciados. Asintió, ayudándolo a guardar la taza en el bolso. Harry le rodeó la mejilla con su mano y le hizo mirarlo. Louis sentía su nariz húmeda, fría, con las mejillas ardientes.

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora