XVI: El doctor

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Gracias a la insistencia del desconocido, Harry no tardó ningún segundo en luchar. Rodeó la mano de quién lo arrastraba por la taberna e intentó zafarse, pero por cada tironeo que hacía, los dedos largos del chico se enterraban más en su piel, escociéndola por las uñas largas.

Te lo preguntaré una vez más —reiteró por tercera vez Harry, casi jadeante —¿Quién eres? 

El chico con abrigo negro se detuvo frente a la puerta que conducía a las habitaciones de Niall. Harry no apartó la mirada en ningún momento de su cuerpo, atento a cualquier amenaza. Lo vio alzar la mano y ponerla sobre el pomo, donde un majestuoso anillo centelló en el dedo anular del sujeto. Quedó quieto, notando la sangre esfumarse de su cuerpo.

Aunque perdiera la memoria, se encontrara muerto de hambre en un desierto, Harry siempre sería capaz de reconocer aquellas piezas de oro. Lentamente el enojo y la notable confusión, escaló por sus tobillos y tomó protagonismo en su semblante. Quiso estampar al chico contra la puerta y clavarle el cuchillo en la garganta, pero antes de actuar, decidió mantenerse en calma, concluyendo en ese efímero segundo, que lo más prudente sería atacar una vez dentro de la habitación, que frente a todos los borrachos de la taberna.

Miró fugazmente a su espalda y luego fue jalado otra vez por el chico de cabellos negros hacía el interior. El desconocido lo empujó por la espalda, provocando que su pecho se golpeara contra el barandal de la escalera al tropezarse con sus pies. La puerta se cerró, y el dulce clic del pestillo le dio a entender a Harry que estaba encerrado. Respiró hondo, y en silencio, sacó el cuchillo que siempre traía consigo, atenazándolo en su mano como si no hubiera un mañana.

—Habla ahora, o acabaré contigo. —amenazó, fijando sus ojos en la pared para no evidenciar el miedo que alumbraba en ellos. Sabía que el chico era alto, y que, si se ponía a pelear, sin duda perdería. A pesar de ello, no dudó en defenderse.

El chico suspiró.

—Calma, por favor —dijo con voz nerviosa. Harry quedó helado —, calma, príncipe.

La voz no era tan ronca, más bien profunda y familiar, maravillosamente familiar. Los labios de Harry se entreabrieron ante la sorpresa, y tan rápido como pudo se giró, con la esperanza entumeciéndole los miembros.

—Date la vuelta —dijo, notando como sus ojos se cristalizaban un poco. El chico dejó caer las manos a los costados de su cuerpo. Lo que le hizo recordar por qué se había enfadado tanto. Nuevamente, la señal de alarma le disipó toda buena emoción anterior, tornándole la boca amarga. Harry contrajo su ceño en molestia mientras el chico aun le daba la espalda —¿Por qué traes el anillo del reino? ¿Por qué tienes el anillo de mi madre en tu mano? 

—Harry ... Necesito que se calme, yo sé dónde está a quien busca.

Sin dudarlo alzó más el cuchillo cuando el chico se giró y reveló por fin su rostro. El corazón por poco le explota dentro del cuerpo al ver los ojos color miel, el cabello negro y la barba oscura. Era imposible.

—¿Zayn? ¿D-doctor Zayn?

El cuchillo cayó al suelo y unas cuantas lágrimas de alivio y miedo rodaron por sus mejillas. Atónito, negó para sí mismo y sonrió. El doctor que lo había visto hace un tiempo en el castillo estaba frente a él.

Quiso correr y abrazarlo, porque después de tanto, era la única cara familiar que veía, pero ancló sus pies al suelo con decisión cuando el anillo de Katia dejó ver un suave destello. No podía dejarse ver débil, menos cuando Zayn llevaba una pieza horriblemente carísima en su dedo anular sin vergüenza a pesar de su estatus. Una perla tan blanca como la leche.

Estaba la posibilidad de que Zayn hubiera hablado con Erik, como también, que todas las bellezas del castillo se hayan dado en subasta una vez que todos los herederos "murieron". Zayn era alguien con dinero, pero no con el suficiente para obtener tal perla hallada en las colinas desiertas.

Mariposa (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora