En nuestra historia, fui esa escritora que le quiere meter capitulos de relieno y enviar a los personajes a mil viajes innecesarios con tal de no llegar al final. Una historia malisima que debió cerrarse hace tiempo y no perder más la vida. Siempre supimos que no había cami no alterno, solo quedaba uno y ni tú ni yo lo queríamos tomar. Había una puerta con triple cerrojo, que una vez cerrada, ya no se abre nunca. Entonces la atrancábamos con piedras y te parabas al medio, ni adentro ni afuera. Y yo me quedaba más que conforme, aunque no fueras feliz conmigo ni yo estuviera en paz, pero era mejor eso a cambiar de rutina. Le temía a todo lo que siguiera des pués de ti, a mudarme de apartamento, a comenzar una nueva vida donde mi teléfono ya no sonara. Le tenía a la nada, al movimiento, al sonido de las hojas pasando ripido, a conocer a otros, a volver a enamorarme, a con- fiat. a desconfiar. Aguanté lo más que pude con la vela en las manos y la cera caliente escurriéndome gota a gota hasta hacerme la estatua que no se mueve, siempre con la misma mueca tallada y falsa.
Duele cambiar de golpe, cariño, duele y por eso per- manecernos en el averno y le llamamos sauna, tortura y todo, pero al menos ya sabemos cómo empieza, cuánto duele y hasta dónde te quema. Ahora la puerta está ce- rrada y yo me encuentro con miedo a dar el primer paso.
Podría salir bien o podría salir muy mal, es que te.l tanto que prefiere aferrarme al picaporte y volver a la historia cansada, pero ya conocida; o al mismo dolor que me causabas tú que el que me causa el no verte.
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Cartas que nunca llegaron
Romancelibro de gilraen eärfalas el libro no es mío todos los derechos reservados a la autora