Debo bloquearte de los sitios donde aún puedo saber de ti, estoy cayendo en una obsesión compulsiva por seguirte los pasos, tiemblo todo el día esperando una señal tuya, escucho ruidos y corro a la puerta. Veo tus fotografias nuevas y cuento cuántas pestañas te quedan, si tu sonrisa sigue midiendo los mismos centímetros, si no hay un esbozo de desvelo, algo en tus ojos que me diga que sigo en ti. Lo peor es que te veo tan bien, tan radiante y fresco que parece que a ti no te pasó una ventisca por el cuerpo. Tiemblo como adicta con el móvil en la mano, no quiero verlo y a la vez quiero, cada diez segundos te busco, y allí estás, viviendo, alardeando de que el mundo te cabe en la palma de la mano.
Me duele el vientre de pensar que un día te veré al lado de alguien; tendré que ser dura, voltear a otro lado y fingir que no eras tú, aunque la realidad es que fingiré no ser yo. Me duele saber que ya no puedo estar presente en tus travesías y tus problemas, que ya no te recostarás en mi pecho y ya no te enredaré los dedos en el cabello.
Ya no te veré cumplir tus sueños, ya no estaré en primera aplausos, no fila con correrás a mí con todos esos logros en las manos; seré un fantasma que ya no puede habitarte.
Y seguiremos creciendo, envejeceremos sin leernos las arrugas.
Un día seremos olvido.
Hoy estamos por ser cenizas
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Cartas que nunca llegaron
Romancelibro de gilraen eärfalas el libro no es mío todos los derechos reservados a la autora