Los domingos nunca existí. Los viernes me los negaste, por capricho y porque, en cierta forma, pretendías domesticarme. Los domingos me daban lo mismo. Renuncié a ti y a ellos desde el primer beso. Pero los viernes, nunca te perdoné los viernes donde yo era tu plan B. El resto de la semana competía con tus prioridades, pero fallaba en todos mis intentos, siempre terminaba borrada de tu agenda.
Hablar era inútil, porque como gato arisco me volteabas la cara y huías sin dejar rastro unos cuantos días. Todo lo que salía de mi boca te alejaba, porque siempre fui tu mayor problema. Sin embargo, después me hacías implorar una nueva oportunidad y así, fue mi cuento de nunca acabar.
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Cartas que nunca llegaron
Romancelibro de gilraen eärfalas el libro no es mío todos los derechos reservados a la autora