Quise escribirte, pero es demasiado tarde, es pasada la medianoche, debes estar dormido. Y yo, cual tonta con un debate sobre si sería buena idea mandarte un mensaje o no, tal vez de otro número, decirte lo que siento y huir de como si corriese kilómetros para que la pantalla me veas. no
Me faltaban cinco gramos de valor para oprimir el botón de enviar, no sería grave, digo, no era nada malo, un mensaje más, siempre lo hice a esa hora, pero no, ya no tengo acceso a tu tiempo, a nada que se refiera a ti.
Soy bastante necia, mas todavía me queda un poco de razón y juicio, así que apelé a la decisión: no siempre debemos darle luz verde a todo lo que el corazón diga que es buena idea, porque es loco, impulsivo, un niño que sigue reprobando las materias de lógica y prudencia. Suele gritarme y amenazarme con detenerse si no accedo a sus antojos, pero esta vez, me quedé quieta, no puedo seguir corriendo a ti cuando siento que el mundo se cae. No puedes ser tú más fuerte que yo.
Perdón, pero es que por años mi sitio seguro fuiste tú.
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Cartas que nunca llegaron
Romancelibro de gilraen eärfalas el libro no es mío todos los derechos reservados a la autora