Los días ya no son días, las horas ya no son horas, mi tiempo sigue en tu reloj de muñeca. Soy un desorden, no encuentro ni mi ropa, ni el peine, ni el control remoto, todo me parece tuyo, que hasta mi despertador huele a ti y así no hay quien le odie.
Nunca debimos dar ese paso en falso, nunca debí escriturarme a tu nombre.
Fuimos apostadores jugando al revólver, a ti te tocaba el séptimo disparo después de seis gatillazos sin éxito, y entonces dije: me rindo.
ESTÁS LEYENDO
Cartas que nunca llegaron
Romancelibro de gilraen eärfalas el libro no es mío todos los derechos reservados a la autora