Cometí uno de los peores errores del mundo, abri el baúl de los dardos. ¿Todos tendrán este tipo de caja ridícula donde se guardan fotografias y boletos de cine? Qué daño nos hace esto, masoquistas somos. Veinticuatro entradas al cine, dos boletos de concierto, veintitrés de autobús y todas esas escapadas a la playa, aún hay arena en la caja y aún te escucho hablar al leer tus cartas. Tu voz es una cinta infinita que no deja de reproducirse, me recorre y me sigue erizando como la primera vez y ya no debería, y odio que sigas teniendo poder sobre mí.
Quiero firmar mi carta de renuncia y arrojártela en la cara, pero soy ese empleado que le teme a salir de la oficina porque siente que no habrá otra cosa para él. Que, bien o mal, aquí fui feliz, te llevaste mis mejores risas y mis primeras caricias. Nunca quise arrepentirme de ti, es más, creí que me arrepentiría de cualquier cosa, excepto de ti. Si regresara el tiempo serías lo único que quitaría, porque esto carcome como quien sale de una cirugía mayor tras casi perder la vida en el intraoperatorio. Tú sabes de eso, siempre lo has sabido, y qué jodido saber que mi punto débil habitaba en ti y lo usaras para herirme.
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Cartas que nunca llegaron
Romantizmlibro de gilraen eärfalas el libro no es mío todos los derechos reservados a la autora