Hoy abrí los ojos y volvió esa sensación en mi vientre, la culpabilidad de haber ingerido un bocadillo dulce. Me levanté de golpe a lanzarme agua fría en la cara, no quise ni mirar el espejo, puesto que estaría aquel adefesio con insultos nuevos. Lo peor de todo es que sigues en mi cabeza, no se fue la melancolía, no se fue tu nombre, ni nuestra historia. No te fuiste... ¡Maldita sea! Sigues aquí, ¿ves? Es un día más, común y corriente, solo es primero de enero, no tiene nada nuevo, nada pasa, nada comienza; esperar a enero para cumplir algo es de mediocres, porque el día no hará nada si no movemos un dedo, y eso quiere decir que sigo de sedentaria sin trabajar en dejarte. Van cincuenta y cuatro días y sigo en este bucle, no sé si esto es un duelo o la peor batalla de mi vida, pero de ser batalla, estoy segura de que voy perdiendo, escucho los misiles impactar sin piedad en mi cuerpo, y no hay posibilidad de recuperar nada de mis sitios verdes. Soy una ciudad devastada, una que poco a poco se borra de los mapas.
Feliz año nuevo, a ti, que sí sabes seguir sin regresar a ver tu desastre, contagiarte de amnesia y comenzar de nuevo. No como yo que, al intentar olvidarte, te recuerdo más.
¿Cómo comienzo desde cero? Si cuando lo intento, empiezo por el final.
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Cartas que nunca llegaron
Romansalibro de gilraen eärfalas el libro no es mío todos los derechos reservados a la autora