ALLIE

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ELIZABETH POV

Recuerdo que en la secundaria mis amigos decían que nacimos en cuna de oro y que eso nos da el privilegio de no tener que trabajar. Y si lo necesitáramos sería para vender esa cuna. Estaban tan equivocados.

Algunos de nosotros, aunque tenemos mucho, buscamos más. Más para si, más para una meta, más por una persona, es una ambición ciega y sin fin.

No es que no me guste trabajar, a mí me gusta. Pero no me gusta mi trabajo.

Desafortunadamente, ser bueno en algo no significa que sea gratificante.

Pasé toda la mañana haciendo trámites. Mis ojos están cansados, me duele la espalda, pero mi concentración permanece.

Estoy agotada, no dormí anoche. John me ha estado presionando mucho estos últimos días. Y su insistencia en que le dé un nieto en cuanto me case no es algo que me tranquilice. Al contrario, no creo que la maternidad sea para mí. Y someter a un niño a sus caprichos no es algo que me entusiasme.

Dejo de leer un rato para frotarme los ojos.

Me levanto y salgo de la oficina en busca de café. En el camino miro mi celular y veo que tengo llamadas y mensajes perdidos. Algunas llamadas de John, Marcos y mensajes de Alison.

Alison es tres años mayor que yo. Ella es la única amiga con la que sigo en contacto y la única con la que no debería estar. 

Cuando éramos adolescentes, John exigió elegir mi carrera universitaria, ella lo enfrentó y desde entonces él me prohíbió acercarme a ella. Claramente no obedecí.

John es controlador, pero no obsesivo. Él pone las reglas y espera que se cumplan, no vigila si se han cumplido o no. Qué suerte tenemos.

La única parte de mi vida que él no controla es mi vida profesional. Porque sabe que hago bien mi trabajo y que no abandonaré la carrera que él eligió. Por eso no tengo secretarias, no quiero que alguien organice y controle esta libertad ilusoria que tengo ahí.

Respondo a la invitación de Alison a almorzar, Marcos me llama una vez más para confirmar nuestra ida al buffet y llamo a John quien se queja de mi falta de control sobre la comunicación y me "sugirió" contratar a alguien para eso. 

Dijo que viajaría esta noche por trabajo y que volvería para la boda.

Confieso que me alegró saber que no lo encontraré en casa cuando llegue.


Alison me estaba esperando en nuestro restaurante habitual. El lugar es discreto y acogedor. No es como a los que suelo asistir con nadie más de mi círculo.

- Tantas opciones para la adicción y tú eres adicta al trabajo. - Dice Alison.

- No soy adicta al trabajo, solo cumplo demandas.

- ¿Demandas del trabajo o de tu amado padre? - Da una sonrisa irónica.

- Hoy estás mordais. ¿Qué paso?

- Soy mordais todos los días. Eres tú quien ya no tiene tiempo para mí, por eso no lo has notado.

- Entendí. Estás mordais porque no nos hemos visto en dos semanas.

- Mira, sabes leer entre líneas. ¡Que interesante! - se burla.

- Sabes que he estado muy ocupada y no es intencional no verte.

- Un almuerzo de vez en cuando, tal vez... - Dice con sarcasmo.

- Estoy aqui.

Creo que mi respuesta tranquila hacia ella es lo que más la irrita.

- Tú sabes de qué estoy hablando. Además, también sabes lo ridículo que es esto del matrimonio forzado. ¿Por qué lo permites? - Ella parece indignada.

- No es forzado.

- ¿Te gusta? - Habla con más calma.

- No.

- ¿Lo conoces siquiera? - Levanta una ceja.

- ... - La miro seriamente.

- Si te hago la siguiente pregunta y sabes cuál es, ya sabemos la respuesta. Esa es la definición de forzado, en caso de que nunca lo hayas entendido.

- Lucirás hermosa como madrina. - Intento cambiar el enfoque.

- Deja de ignorar lo que digo. No voy a ser madrina, no estoy de acuerdo con todo este circo.

- Bueno... No sería divertido convertir mi boda en un funeral. John nos mataría allí mismo. Con testigos y todo.

La mera imaginación de esta escena nos hace reír. A John le daría un infarto si viera a Alison como mi madrina. La expresión de Alison se volvió más liviana.

- En serio, Lizzie. No te hagas esto a ti misma. - Su mirada está llena de súplica.

- ¡¿Y qué quieres que haga?! ¿Huir de casa por la ventana como un adolescente rebelde?

- Podría ser por la puerta.

- Lo digo en serio Alie.

- Yo también. - Y realmente lo fue.

- No puedo simplemente renunciar a todo. John incluso controla mi alma, él es quien tiene dominio sobre todo lo que tengo. Si hago eso, ni siquiera tendré un techo sobre mi cabeza.

- Cualquiera que oyera este discurso pensaría que estás hablando de su sugar daddy. - Dice y sonríe.

- ... - La miro fijamente.

- No me mires así con esa pausa dramática. Sabes muy bien que puedes quedarte en mi casa hasta que te independices.

- No voy a salir de la dependencia de John para entrar a la tuya.

- No estoy diciendo que hagas eso. Puedes trabajar y pagar tus propias cosas, con el tiempo alquilas un lugar o te mudas con alguien de quien te enamoras, no lo sé, la vida será tuya, tú decides qué hacer con ella.

- Ya lo he decidido. Eso es lo que estoy haciendo.

- No. Decidió John. Eso es lo que estás haciendo... Sabes qué, es inútil discutir contigo. Eres tan limitada intelectualmente como tu padre. - Parece frustrada.

-De tal palo tal astilla.

- Lo único que falta es el bigote. - Se ríe de su propio chiste.

- Qué horror.

Fue un almuerzo estresante, por eso la he estado evitando esas semanas. Con la boda y John ya tengo suficiente estrés. Sabía que ella intentaría convencerme de que abandonara esta locura matrimonial. Quería evitar este estrés innecesario también.

Durante años ella ha estado tratando de convencerme de liberarme de las ataduras de John y ser independiente, poder tomar mis propias decisiones, poder vivir mi propia vida. Y confieso que en los últimos meses esto ha influido mucho en mis pensamientos y deseos, pero no en mis acciones.

LA EXTRANJERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora