CAFÉ

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ELIZABETH POV - PARTE 1

El día que puse un pie en prisión, ya era consciente de que las demás reclusas harían de cada día de mi estancia allí un infierno.

Sólo tenía que mirarme. Claramente una mujer de clase alta e indefensa en aquel lugar. Un blanco fácil para cualquiera que quisiera atormentarme.


Las dos primeras semanas fueron insoportables.

Me robaron la comida un par de veces, se llevaron algunos de mis artículos de higiene personal y hasta mis zapatos.

Y en la ducha... cuando por fin encontraba un espacio para ducharme, o el agua ya estaba muy fría o ni siquiera quedaba agua.

Los empujones libres, los tirones de pelo y hasta los escupitajos nunca faltaban.

Sabían cómo ser crueles. Y yo ya estaba cansada de lidiar con ellas.

Por eso decidí acercarme a Big Bill.


Big Bill es una criminal muy respetada por las demás reclusas y no quiero ni imaginar el método que utilizó para ganarse tanto respeto.

Pero ella era mi boleto perfecto hacia la tranquilidad.

Sabiendo eso, no escatimé esfuerzos para acercarme a ella. Lo cual era sumamente difícil, ya que siempre estaba rodeada de mujeres que claramente la servían. Y cada vez que me acercaba a menos de 2 metros, hacían una especie de barrera que me impedía acercarme más.


El día que me planteé buscar otra forma de protegerme de los ataques de las reclusas que me intimidaban, la suerte me brilló.

Estaba en una cabina del baño llorando de cansancio y frustración cuando ella entró al baño y sus "matones" esperaron afuera. Seguramente estaba haciendo el número dos. Los sonidos provenientes de su cabina eran inconfundibles.

Y ciertamente pensó que estaba sola.

Fue mi oportunidad de oro.

De pie afuera de su puerta, esperé con impaciencia a que terminara su momento privado y tan pronto como salió de su cabina y se encontró cara a cara conmigo, usé mis artimañas de la diplomacia y la convencí de que me protegiera a cambio de que obtuviera un buen abogado que disminuyera su pena.

Obviamente no fue tan simple.

Ella amenazó con atormentar mi vida en persona si no cumplía mi parte del trato.

Y le rogué al cielo que mi propuesta fuera posible.

Y los cielos escucharon mis oraciones.

John contrató a un abogado para que la representara. Reduciendo así, su sentencia de diez años a siete.

No estoy orgullosa de reducir la sentencia de una verdadera criminal. Pero en prisión, desafortunadamente, o eres el opresor o eres el oprimido. Ser neutral es un regalo raro.

Y tuve mucha suerte de poder convertirme en alguien neutral en este lugar.


No ser acosada por las demás reclusas es maravilloso.

Pero aún así los días en cárcel siguen siendo terriblemente insoportables, y lo que más me atormenta son mis pensamientos y recuerdos.

Ahora tengo demasiado tiempo para darle vueltas a mi dolor.

No saber nada de Amanda me preocupa y angustia al extremo.

Tengo miedo de que esté sufriendo donde quiera que esté.

LA EXTRANJERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora