LUCAS POV
La vida está llena de elecciones y decisiones difíciles.
Evité todas ellas con maestría. Siempre he buscado la manera fácil de resolver las cosas. Y algunas ni siquiera las resolví.
Siempre agarré con todas mis fuerzas lo que me convenía y lo que quería. Nunca he sido de dejar pasar las buenas oportunidades. Así como jamás renuncié a lo que yo conquisté.
Excepto por una persona.
Mi mejor amiga y la persona de la que estoy jodidamente enamorado desde la infancia.
Amanda.
Renunciar a mi futura motocicleta fue fácil. Enviar a Amanda a otro país, sí, fue la primera decisión más difícil que tomé en mi vida.
Fue doloroso verla partir y más doloroso aún saber que no llegó a casa de tía Lucía, como habíamos acordado.
Había repetido tantas veces cómo llegar allí. Repetí tantas veces el nombre de la tienda de tía Lucía y los puntos de referencia.
Si aún no lo había entendido, ¿por qué no me lo dijo?
¿Por qué se enfadó con mis explicaciones y repeticiones y me pidió que parara?
Pasaron los días y mi tía aún no la había encontrado ni siquiera con la ayuda de la policía.
Al parecer, mientras no hubiera una petición de rescate o se encontrara el cuerpo, no podían hacer mucho más que estar atentos si la veían por las calles.
Trabajé durante meses, día y noche, en todos y cada uno de los trabajos que pude encontrar. Vendí mi guitarra, mi patineta, mi bicicleta y mi colección de manga favorita. Ahorré cada centavo para conseguir el pasaje.
Los hermanos de Amanda vinieron a mí para saber sobre su hermana y no tuve el valor de mentirles. Les hablé de su desaparición y que la encontraría cueste lo que cueste. Pidieron venir conmigo, pero son menores de edad. Es imposible salir del país sin el permiso de sus responsables, y sabemos muy bien que sus padres nunca los dejarían venir conmigo. Y huir no fue su mejor decisión.
Compré el boleto y vine a Los Ángeles al día siguiente.
Mi tía Lucía vino a buscarme al aeropuerto, pero me negué a ir en coche.
Caminé hasta su casa, observando atentamente a cada persona a lo largo del camino.
Después de ese día, no pasó un solo día en el que no saliera a buscarla.
Busqué en cada callejón, entré en varias calles. Hice un barrido exhaustivo del barrio y de los barrios circundantes.
Mis zapatos ya estaban gastados de tanto caminar y tuve que comprarme uno nuevo.
Caminé en el frío, en el calor, bajo el sol y bajo la lluvia. Día, tarde, noche, madrugada. No hay ni un pedazo de esta ciudad que yo no haya pasado.
Pero como dicen, quien busca, halla. Y de tanto buscar, la encontré.
Era de madrugada. Las calles estaban vacías. El miedo hacía que la gente no se quedara fuera de casa después de las diez a causa de un maníaco suelto.
Y ella estaba allí. Sentada en una acera, sola.
Ella no me reconoció, intentó huir de mí y se cayó. Pero la atrapé y quise abrazarla con el alma, estaba tan feliz de encontrarla. Ella parecía estar por desmayarse en cualquier momento, pero poco a poco se recuperó.
Quería llevármela a casa conmigo. Quería saber todo lo que había pasado desde que subió al avión. Quería saber qué hacía allí a esta hora, de dónde venía y adónde pensaba ir. Quería saber tantas cosas... Pero ella no quería que supiera nada.
La conozco como la palma de mi mano. Su brillo no era el mismo. Y sé que algo malo pasó. Y si no quería hablar, era porque sabía que no le quedaria más remedio que venir conmigo. Sabía que no la obligaría sin una buena razón y no quería dármela.
La observé mejor. Ella no vestía cualquier ropa. Incluso con poca luz, era posible ver que no todos tendrían dinero para comprar ropa como esa. La talla era un tamaño mayor, no sé si era porque Amanda tenía bajo peso, o si era ropa de alguien mayor que ella.
Pero donde sea que haya conseguido esa ropa, no consiguió zapatos.
Estaba usando calcetines y dado el frío que hacía, estoy seguro de que sus pies no estaban protegidos. A diferencia de su ropa, sus calcetines estaban muy sucios y aparentemente húmedos.
Ella parecía estar con mucho dolor. Y la Amanda que conozco jamás admitiría eso.
Quería llevarla al hospital y luego llevarla a casa.
Y si ella me permitiera llevarla conmigo, sería un mejor hombre por mí y por ella. Haría todo por merecerla. Buscaría un buen empleo y me declararía a ella.
Si ella me lo permitiera, formaríamos una familia y cada nuevo día, daría lo mejor por hacerla la mujer más feliz del mundo.
Si ella me lo permitiera, yo compensaría todo el tiempo perdido.
Pero desde el momento en que se negó a ir conmigo, supe que no me permitiría ser esa persona para ella.
Y la seguí. Aunque sabía que ella odiaría que lo hiciera. Pero necesitaba asegurarme de que llegara sana y salva dondequiera que fuera.
Ella dio muchas vueltas. Por un momento pensé que estaba tratando de despistarme, pero luego me di cuenta de que en realidad estaba buscando algo, o más bien a alguien.
Cuando nos alejamos del centro entendí por qué no la había encontrado antes.
Ella no estaba en la calle y tampoco había sido secuestrada. Alguien la estaba cuidando.
Creo que era esta mujer a quien Amanda buscaba en el centro.
Al ver que Amanda estaba a salvo, regresé a la casa de tía Lucía.
Hice la maleta y compré mi billete de regreso a casa.
El día amaneció y el sol brillaba como nunca, pero no vi ninguna belleza en su calidez. No escuché la armonía en el canto de los pájaros y no me sentí vivo como pensé que me sentiría después de reencontrar mi amor.
Todo lo que me rodea se siente vacío e insignificante, exactamente como me siento por dentro.
Vine al aeropuerto horas antes del vuelo y esperé pacientemente la hora de mi partida, para nuevamente aumentar la distancia entre mi cuerpo y mi corazón.
Subí al avión hace unos minutos y estamos a punto de despegar.
Y esta es sin duda la segunda decisión más difícil que he tomado.
Haría cualquier cosa que ella me pidiera.
Si ella quiere que vuelva a casa, lo haré.
Seré una mejor persona a partir de ahora.
Voy a hacer lo que pueda para que, si ella regresa, tenga su lugar.
Voy a hacer lo que pueda para que, si ella regresa, me asegure de que nada vuelva a ser como antes de que ella se fuera.
Sólo espero que algún día ella regrese.
La estaré esperando ansiosamente.

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LA EXTRANJERA
Fiksyen UmumLos brasileños somos conocidos por ser como una especie de plaga. Hay al menos uno en cada rincón del mundo. Algunos son inofensivos, otros causan caos. Y somos fáciles de reconocer. ¿Pero quién además de nosotros puede juzgarnos? Creo que todos hem...