OSITO VERDE

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AMANDA POV

Elizabeth se fue a trabajar hace un tiempo.

Tomé el medicamento y siento como si mi cuerpo no fuera mío. No siento nada. Estoy tan acostumbrada al dolor que no sentirlo me desorienta y desconcierta. El dolor era lo único que me recordaba que todavía estoy viva.

Apliqué el ungüento, pero hay lugares a los que no alcanzo. No por falta de flexibilidad, sino porque el dolor no me permitía hacer ciertos movimientos para alcanzarlos incluso bajo el efecto del medicamento. Tal vez debería haber permitido la ayuda de Elizabeth. Lo tendré en cuenta la próxima vez.

El día pasa lentamente.

En las calles estaba constantemente alerta y eso hacía que el tiempo corriera como un tren bala, pero aquí, en la seguridad de la casa de Elizabeth es todo lo contrario. Y me está dando mucho tiempo libre.

No quiero encender la tele ni tocar las cosas sin permiso, nada aquí me pertenece y no quiero ser entrometida ni inconveniente. Ni siquiera quiero correr el riesgo de que me echen. Al menos hasta que encuentre otro lugar seguro.

Necesito conseguir un trabajo, por seguridad. Así puedo alquilar mi propio lugar y salir del apartamento de Elizabeth. No quiero ser una carga para ella. Pero trabajar significa exponerme y ser encontrada. Tengo que revisar mi prioridad, si es mejor tener un trabajo y ser encontrada o permanecer oculta y sin saber hasta cuando tendré un lugar seguro para quedarme.


Voy al balcón. 

Afuera hace un hermoso día, pero no siento ningún deseo de estar allí. Sólo pensar en ello me asusta.

Me siento allí en un sillón y miro el cielo. Hacía mucho tiempo que no me detenía a admirarlo. No podía permitirme el lujo de tener distracciones ahí fuera.

Me recuesto en la silla y siento mi presión caer gradualmente. Ni siquiera pienso en levantarme porque sé lo que eso significa.

Voy a desmayarme otra vez.

Esto lleva semanas sucediendo y no hace falta ser un genio de la medicina para saber que la vida que llevo me ha debilitado mucho. Sé que tengo que ir al hospital, pero también sé que no puedo. No tengo documentos, ni dinero. Y si me expusiera a un lugar así, me reconocerían, sin lugar a dudas.


Me despierto un rato después, no puedo decir exactamente cuánto. Me cuesta abrir los ojos y sé que es inútil intentarlo, así que espero un rato.

Al parecer Elizabeth aún no ha llegado a almorzar. Por mi experiencia con ella, sé que estaría como loca a mi lado tratando de despertarme. Entonces no habrá pasado muchas horas.

Cuando me recupero por completo, me levanto y voy a la cocina. Necesito agua.

Tomo un vaso y lo lleno con agua, me recuesto en el fregadero y mi mente divaga mientras bebo. Cuando termino, me doy cuenta de que mis ojos están fijos en el armario que Elizabeth me mostró antes.

¿Qué hay ahí? Ella me dio permiso para tomar lo que sea que haya dentro.

Coloco el vaso en el fregadero, me acerco al armario y lo abro. Hay varias golosinas, pero lo que llama mi atención es un paquete de ositos de goma. El envoltorio ya estaba abierto, así que me atreví a coger uno verde y una oleada de nostalgia se apoderó de mí.

Desde que tengo uso de razón, Lucas y yo siempre tuvimos algun paquete como este. Ambos éramos fanáticos del color verde y estos ositos de goma verdes eran nuestra delgada línea entre la calma y el caos.

LA EXTRANJERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora