BUFFET

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ELIZABETH POV

Ni siquiera puedo imaginar cómo alguien en su sano juicio iría a un buffet.

¿Será porque es el único momento en que uno podrá probar la comida por la que él mismo está pagando?

Se me ocurren otras razones, pero ninguna que me convenza de hacer esto por voluntad propia.

Me voy del buffet con Marcos y mi futura suegra, Nora. Ella habla demasiado. Lo cual es genial porque no tengo que abrir la boca. Una agradable conversación unilateral.

Nora me invita a dar un paseo y a ir de compras. Lo rechazo cortésmente y digo que tengo que volver al trabajo. Marcos se ofrece a acompañarme y acepto para evitar el disgusto de Nora, quien me mira expectante. Y luego sonríe satisfecha.

En nuestro camino de regreso a la oficina tenemos nuestra primera conversación sobre nuestro matrimonio.

- ...No quieres casarte. ¡¿No es así?! - esta es la primera frase que inicia nuestra conversación.

- ¿Tu sí quieres? - digo sin siquiera mirarlo.

- Podemos hacerlo funcionar. - dice resignado.

- Eso no responde a mi pregunta. - Le doy una mirada de reojo.

- No quiero. - responde - Pero estoy dispuesto. Y tampoco me respondiste.

- No preguntaste. Simplemente asumiste algo obvio.

- ¿Siempre eres así? - pregunta sonriendo.

Dejo de caminar y lo miro. Él da un paso adelante, se da vuelta y me mira a mí también.

- No quiero ofender. - Dice levantando las manos en señal de rendición.

Camino de nuevo y él me sigue.

- Tengo curiosidad. Ni siquiera te he visto sonreír.

- Porque eres aburrido. - Respondo deteniéndome para cruzar el paso de peatones.

- Está bien, eso fue ofensivo. - Dice parándose a mi lado sonriendo.

- No me disculparé. - Intento ocultar una sonrisa que amenazaba con salir.

- ¿Eso fue casi una sonrisa? - Dice al ver un ligero cambio en mi expresión dura. Lo que me pone completamente seria imediatamente. - Sí, eso fue.

- La boda es en una semana. Será mejor que dejes de bromas si quieres seguir con vida hasta entonces. - Amenazo mientras empiezo a cruzar.

El resto del camino lo hacemos en silencio. Marcos mantiene una leve sonrisa en su rostro todo el tiempo. Cuando llego, entro sin siquiera despedirme.

Ya no tengo la mente ni la energía para trabajar. Siento que comí demasiado y lo único que quiero hacer es vomitar y acostarme por el resto del día. No voy a morir si pospongo un maldito día de trabajo en mi vida.

Ya en casa, es alentador saber que John no está. Mi vida parece más ligera. Se me quita un peso de encima.

Poder comer tranquilamente y pasear por casa sin miedo a encontrarme con él y escuchar sus mil y un planes para mi vida y nueva familia. Incluso puedo ver televisión sin preocuparme por oírlo hablar sobre estar malgastando mi tiempo. Escuchar mis músicas a todo volumen y hornear galletas sin miedo a recibir reprimendas por quedarme sorda o ganar peso. Es una sensación deliciosa elegir cómo pasar tu tiempo libre.

Darme cuenta de esto me hace querer mi libertad aún más.

LA EXTRANJERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora