El segundo gobernante

capitulo 31: Despertar entre caricias

El sol comenzaba a iluminar la habitación, despertando a Lucifer, quien se encontraba acurrucado contra Alastor. Sonrió encantado, hundiéndose aún más en el abrazo del demonio de la radio, quien lo tenía sujeto por la cintura.

El movimiento despertó a Alastor, quien abrió los ojos para encontrarse con la sonrisa de Lucifer.

_Buenos días, majestad_  saludó Alastor, su voz aún ronca por el sueño.

_Hola, cariño_  respondió Lucifer, su sonrisa se ensanchó aún más.

_ Buenos días para ti también, manzanita_, Alastor acercó su mano al vientre de Lucifer, quien se sonrojó y rió tiernamente.

_Muy bien, estoy seguro_ respondió Lucifer, acercándose a Alastor para besarlo intensamente. El beso se intensificó, y Lucifer comenzó a moverse sobre Alastor, creando una deliciosa fricción entre sus cuerpos.

_Ya es momento de ir a desayunar_, dijo Alastor, separándose del beso.

_ Oh, de acuerdo, me voy a alistarme primero_, Lucifer se desanimó un poco, pero rápidamente recuperó su sonrisa y se levantó de encima de Alastor para alistarse.

Una vez que Lucifer salió de la habitación, le dijo a Alastor que él prepararía el desayuno esa mañana.

Alastor se quedó en la cama, con un sentimiento agridulce por el sueño que había tenido. Por un lado, estaba feliz de haber hablado con su madre después de tanto tiempo, pero por otro lado, había un sentimiento que le oprimía el pecho.

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Después de que Lucifer salió de la habitación, Alastor se levantó y se dirigió al baño.

Necesitaba refrescarse un poco, aclarar su mente. Se miró fijamente en el espejo, sus ojos reflejando una mezcla de emociones.

De repente, un fuerte dolor de cabeza lo azotó. Era extraño, como si estuviera reviviendo un recuerdo. Un recuerdo tan vívido y real que parecía que lo estaba viviendo de nuevo.

"¿Qué me pasa?", se preguntó a sí mismo, mientras las imágenes de su sueño volvían a él. La conversación con su madre, su advertencia, todo parecía tan real.

El dolor de cabeza se intensificó, y Alastor se apoyó en el lavabo, tratando de mantenerse en pie. Cerró los ojos, intentando controlar el dolor y las emociones que lo abrumaban.

Después de unos minutos, el dolor comenzó a disminuir, dejándolo agotado pero lúcido. Se miró de nuevo en el espejo, sus ojos ahora reflejaban de cierta manera confusión.