Capítulo 39: La Sospecha de Lucifer

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Alastor salió del casino con una sonrisa en el rostro, sabiendo que debía ir a ver a su buena amiga Rosi. Caminó por el territorio de los caníbales, saludando a los que se encontraba en el camino hasta llegar al emporio de la dama.

_ ¡Alastor!_  saludó Rosi emocionada. _Ven querido, cuéntame cómo vas con el asunto del gobernante

_Más que bien, querida_ respondió Alastor con una sonrisa mientras se sentaba.

_Oh, por Lucifer, qué emoción_ exclamó Rosi mientras se sentaba frente a Alastor y él le servía un poco de té. _Cuando será la boda, tengo un hermoso atuendo que me gustaría lucir en una ocasión especial, ¡y qué ocasión más importante que la boda de mi buen amigo Alastor!

_ Claro, querida, sabes que no puedes faltar_ aseguró Alastor.

Ambos overlord continuaron hablando animadamente, compartiendo detalles y emociones sobre la boda.

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Mientras tanto, en el Palacio, Lucifer estaba angustiado. Alastor había salido entrada la tarde y aún no había regresado, y ya era de madrugada. Sabía que no debía preocuparse, ya que el demonio de la radio no era alguien débil, pero tenía una cierta sensación que no lo dejaba dormir. Dio un suspiro resignado y se acostó en la cama para intentar conciliar el sueño.

_ Tranquila, manzanita, tu padre solo ha tardado un poco. Cuando despertemos, él estará aquí con nosotros_ susurró Lucifer a su hija antes de cerrar los ojos.

Alastor llegó al palacio sigilosamente, sin tener problemas ya que era un experto en eso. Entró a la habitación con cuidado, sabiendo que era muy entrada la madrugada y que Lucifer debía estar durmiendo. No quería molestar el sueño de su manzanita.

Vio al rubio dormido en la cama y se acercó a él. Con un chasquido, su ropa desapareció y fue reemplazada por un cómodo pijama. Subió a la cama y atrajo el cuerpo del amo del infierno hacia él.

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Lucifer, a pesar de querer dormir, no pudo hacerlo y esperó a que su prometido llegara. Lo sintió entrar a la habitación y subirse a la cama. El demonio de la radio lo abrazó y eso le hizo sonreír al soberano infernal. Sin embargo, un extraño olor invadió el aire. No era el aroma de Alastor, eso estaba claro. Lucifer conocía perfectamente el delicioso aroma del padre de su bebé.

Abrazó a Alastor, sintiendo su cuerpo y su energía demoníaca.

Era él, pero el aroma no era el suyo.

Este aroma era dulce y atrayente, era el perfume de una dama. No pudo evitar que una punzada atravesara su corazón y un nudo en la garganta se formara. Su mente comenzaba a jugarle malas pasadas, sembrando la semilla de la duda en su interior.
















El segundo gobernante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora