Me senté en el taburete y le pasé una mano por el hombro a mi hermano, zarandeándolo un poco hasta que él empezó a protestar. Me reí mientras el mesero se acercaba.—¿Dos de ron? —miré a Doyoung.
—De acuerdo, pero no muy fuerte.
—Solo tenemos una marca —respondió el chico.
—Pues entonces... — Doyoung frunció el ceño.
—Entonces, dos de esa —lo corté.
El mesero se fue y Doyoung me dio un codazo.
—¡No decidas por mí! —se quejó enfurruñado.
—Son las consecuencias de llamarme para salir.
—Solo quería saber cómo estabas —Tomó la bebida que acababan de servirnos, dió un trago e hizo una mueca.
—¡Es como beber fuego!
— Que va, demuestra que eres hermano mío.
Doyoung sonrió antes de negar con la cabeza y chocar su vaso con el mío en un brindis improvisado. Después nos terminamos la copa mientras él me contaba las últimas fechorías de los gemelos o asuntos de dudoso interés, como el pasador que había colocado en la puerta de su dormitorio para poder tener algún tipo de intimidad con Taeyong sin interrupciones. Lo frené cuando empezó a relatarme su último encuentro.
—En serio, Doyoung, no es necesario dar detalles.
Durante los últimos años, mi hermano y yo habíamos acercado posturas y, casi sin darnos cuenta, nos habíamos convertido en dos amigos que podían quedar de vez en cuando a tomar algo o a pasar el rato; él seguía siendo demasiado correcto para mi gusto, un tanto impertinente y poco dado a hacer ninguna de las cosas que a mí me divertían, pero, en su defensa, aguantarme después de lo que ocurrió con Renjun no había sido una tarea sencilla y fue el único que estuvo disponible de forma incondicional, incluso cuando mis padres me dieron el regaño más grande de mi vida a la preocupante edad de treinta años.
Con mi padre había sido más fácil, pero en cuanto a mi madre..., bueno, no estaba seguro de que no siguiera guardándome aún un poco de rencor. Se pasó meses farfullando que «no lo podía creer», llorando al cerciorarse de que, tras la muerte de Lay y Victoria, nuestra familia se había quebrado todavía más, porque ya no habría más comidas familiares los domingos ni nada parecido.
Irónicamente, la situación fue el detonante que provocó que mis padres hicieran las maletas unos meses más tarde y emprendiesen su primer viaje, ese había sido el más corto, casi como algo experimental, y lo siguieron muchos más, cada vez más largos, se habían convertido en dos trotamundos.
—Sírvenos otra ronda —le dije al mesero alzando la copa.
—¿No podemos compartir una? —Doyoung me miró, y creo que mi expresión fue suficiente para que suspirara resignado.
— ¿Tú sabes dónde están ahora nuestros padres ? — pregunté.
—Creo que en Panamá. ¿No te han llamado?
—No —Di un trago largo.
—Eso es porque mamá se queja de que, cuando lo hace, siempre tienes el teléfono apagado. ¿Tanto te cuesta mantenerlo cargado?
—En mi idioma, que te pongas en modo «hermano mayor» significa que aún no has bebido lo suficiente. Y para tu información, hace días que lo tengo encendido — añadí mientras me sacaba el celular del bolsillo del pantalón. — ¿Lo ves? ¡Magia!

ESTÁS LEYENDO
Lo que somos
RomansaHan pasado tres años desde la última vez que Renjun y Jaehyun se vieron. Ahora, Renjun está a punto de cumplir su sueño, y pese al pasado, Jaehyun necesita formar parte de un momento como ese. Cuando sus caminos vuelven a cruzarse, Renjun tiene que...