RENJUN

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Los últimos días que pasé en Byron Bay apenas vi a Jaehyun; según él, estuvo ocupado con la gestión de la venta de los cuadros y atendiendo otros asuntos. Casi sentí que me evitaba, y a pesar de que esa distancia era un poco como respirar, estar a su lado seguía siendo algo adictivo para mí. Ese pastel de chocolate que te ponen delante cuando estás a dieta o ese chisme que te dices que no quieres oír, pero que necesitas conocer.

No tuve mucho tiempo para pensar en él, porque después de que Jeno se fuera a la mañana siguiente de la exposición, casi no me despegué de los Jeong y de mi hermano y su novio. El lunes, cuando todos comimos juntos por última vez, Jaehyun parecía más pensativo de lo normal, ausente en su propio mundo, tanto que apenas habló.

—Hijo, ¿te encuentras bien?—preguntó Taeyeon.

—Sí, genial — la miró distraído, volvió a centrar la vista en su plato y casi no la levantó hasta el momento de despedirnos.

Me dió un beso en la mejilla y me aseguró que me llamaría esa misma semana para comentar algunos asuntos. Después se fue y nosotros emprendimos el camino a pie hasta el hotel en el que se habían hospedado Kun y Ten. Cuando él dijo que todavía tenía que organizar su maleta y darse un baño, mi hermano me preguntó si quería que diéramos una vuelta y le dije que sí, porque aún no habíamos pasado un rato a solas y estaba demasiado malacostumbrado a tenerlo para mí solo cada vez que venía a verme a Brisbane.

Me colgué de su brazo mientras caminábamos.

—Estuvo bien volver aquí — suspiré hondo.

—Muy bien — sonrió.

—Lo echaba de menos.

Y entonces se me ocurrió algo. En realidad, lo había pensado durante los últimos años, pero nunca había tenido el valor para planteármelo de verdad.

—¿Te gustaría... ir a nuestra antigua casa?

— Renjun, no sé si es una buena idea para ti.

—Quiero hacerlo — le aseguré.

—Está bien. Vamos — me tomó de la mano.

Hicimos en silencio aquel recorrido que los dos conocíamos tan bien. Yo casi podía ver las emociones de Kun mezclándose con las mías, como si fueran colores: la confianza del azul, la incertidumbre de un amarillo intenso, la añoranza del lila...

Habíamos crecido en una propiedad que quedaba a las afueras, justo al lado de la antigua casa de los Jeong. Las dos eran viviendas de dos alturas con un pequeño jardín trasero rodeado de árboles que crecían a sus anchas.

Todo seguía igual, pero a la vez tan distinto...

—Está abandonada — gemí mirando la casa.

—No es eso — Kun me apretó la mano.

— La compraron unos ingleses hace años, ya sabes; pretenden venirse a vivir aquí cuando se jubilen y entonces la tirarán y construirán algo nuevo. O al menos eso fue lo que me dijeron.

A pesar del dolor y de imaginarme aquellas paredes convertidas en un montón de escombros, pensé que era mejor así. Porque ese lugar guardaba demasiados recuerdos como para crear otros sobre ellos. Porque si nunca iba a volver a ser lo mismo, y desde luego no lo sería, quizá valía la pena empezar de cero.

—Recuerdo cuando trepabas ese árbol de allí —Kun rompió el silencio.

—Te subías como un mono y te quedabas ahí durante horas, colgado de una de las ramas, solo Jaehyun conseguía hacerte bajar.

—Y mamá amenazaba con cortarlo.

—Cierto — se rio.

—Ella era genial.

—Tenía mucho carácter.

—Como tú. Tan emocional...

—Tú te pareces más a papá.

—¿De verdad lo crees?

—Sí. Eres honesto. Transparente.

Kun sonrió y me apretó más la mano.

—Te quiero muchísimo. Lo sabes, ¿verdad?

—Yo también a ti. Siempre.

El viento de la tarde agitaba las copas de los árboles y arrastraba lejos algunas hojas que habían caído al suelo.

— Kun.

— Dime.

—¿Qué hiciste con todas las cosas?

—Tomé lo que pude — Apartó la mirada.

— Los Jeong me ayudaron. Tengo algunas cajas y ellos guardaron otras. Doné un par de cuadros de papá a una galería que quiso quedárselos y el resto...

—El resto, ¿qué?

—Se quedaron ahí.

—¿En la casa? ¿Crees que lo habrán tirado todo?

— No lo sé y prefiero no pensarlo — suspiró y se frotó el cuello.

— Deberíamos volver, Renjun. Se está haciendo tarde, tenemos que dejarte en Brisbane y nuestro vuelo sale poco después.

Mientras regresábamos al hotel, intenté apartar esos últimos pensamientos de mi cabeza. Me gustaría poder decir que lo conseguí, pero no.

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