Siempre he pensado que la memoria asociativa es peligrosa. Me refiero a la que no controlamos nosotros mismos, esa que despierta sensaciones olvidadas ante un ligero roce. Yo tenía muchas cosas guardadas en cajas que había ido amontonando en mi interior.Mi madre era el aroma a lavanda, las manos desenredándome el pelo antes de peinarme, su temperamento; papá era la risa vibrante, el olor a pintura y el color; el sabor de una paleta de fresa y la brisa marina eran las tardes paseando por Byron Bay y los días en el instituto. Los Jeong eran los domingos, el pay de queso y la familiaridad. Y Jaehyun...
Jaehyun era muchas cosas. Ahí estaba el problema.Asociarlo a tantos detalles tenía esas consecuencias peligrosas, porque su recuerdo me atrapaba siempre. Jaehyun era el amanecer y el atardecer, las luces tenues, era las camisas estampadas a medio abrochar, el té después de cenar y las noches en su terraza. Era el mar, la arena y la espuma de las olas; era el tatuaje que llevaba en las costillas, ese «Let it be» dibujado por sus manos. Era las primeras veces que había pasado horas entre las sábanas. Era el gesto de alzar la barbilla para mirar las estrellas y la música suave que envolvía...
La única persona que, si empezara a sonar «Yellow submarine» en cualquier lugar, escucharía también un «te quiero» por cada «todos vivimos en un submarino amarillo».
Y daba igual cuánto corriera, porque no se puede escapar de lo que uno ha sido, a menos que pretendas borrar esas partes
de ti mismo.=====================================
No fue ninguna sorpresa que no lograra conciliar el sueño, así que intenté calmarme tras dar otra vuelta en la cama y fijé la mirada en el techo de la habitación. Pensé en todo lo que ocurriría en apenas unas horas y noté que se me encogía el estómago. Mis cuadros estarían colgados de las paredes de una galería y delante de un montón de ojos que verían a través de ellos cosas diferentes, traduciendo las pinceladas a su manera, tomando de aquí y allá lo que quisieran..., y eso me asustaba. No poder transmitir lo que pretendía. Inevitablemente, cuando los dejé ir renuncié a eso, a que fueran solo míos y a que tuvieran un solo significado, porque pasaron a tener muchos y a ser de cualquiera que deseara verlos.
Suspiré hondo y cerré los ojos. Justo entonces lo oí, un tap suave que me hizo fruncir el ceño cuando lo siguieron varios más, tap, tap. Aparté las sábanas y me levanté; tap, tap, tap.
Me acerqué hasta la ventana y jalé hacia arriba con fuerza para abrirla. Tuve que frotarme los ojos para cerciorarme de que lo que estaba viendo era real, Jaehyun dejó caer al suelo las piedritas que aún llevaba en una mano y se encogió de hombros ante mi desconcierto.
Reprimí una sonrisa.
—Tienes treinta y tres años, muchos como para hacer estas cosas.
—Será que me siento joven cuando estoy contigo.
—No lo puedo creer... —susurré.
—Sabía que estarías despierto.
—Son las doce de la noche, Jaehyun.
—Vamos, baja. Es viernes, hay sitios abiertos.
Lo pensé durante un momento, aunque ¿a quién quería engañar? Llevaba horas dando vueltas en la cama y no iba a decir que no.
Dejé escapar un suspiro y le aseguré que estaría listo en cinco minutos. Me puse un atuendo de verano azul pálido y unas sandalias planas, y salí del hostal.
Jaehyun estaba apoyado en la cerca.
—¿No podías llamarme al celular?
—Pensé que sería muy típico —bromeó.

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Lo que somos
RomanceHan pasado tres años desde la última vez que Renjun y Jaehyun se vieron. Ahora, Renjun está a punto de cumplir su sueño, y pese al pasado, Jaehyun necesita formar parte de un momento como ese. Cuando sus caminos vuelven a cruzarse, Renjun tiene que...