Renjun me habló de las clases en la universidad, de que solo le quedaba una asignatura y del proyecto final que prepararía durante el próximo curso, de que no tenía muy claro qué haría después, de las vacaciones que había pasado con Kun y Ten durante los últimos veranos, de las nuevas técnicas de dibujo que había probado... Yo me limitaba a escucharlo absorto, siguiendo el movimiento de sus labios mientras la madrugada nos abrazaba conforme dejábamos alguna que otra copa más atrás, terminamos compartiendo la última ante mi insistencia, una de un color rojo que era de fresa, porque ese sabor siempre me recordaba a él. Se sonrojó cuando se lo dije al oído.Empezó a sonar «Payphone» y me levante.
—Baila conmigo — le tendí una mano.
—No — se echó a reír.
—He bebido demasiado.
—Vamos, no te dejaré caer. Te sujetaré fuerte.
Volvió a reír y me apartó cuando intenté demostrarle lo fuerte que podía sujetarlo, porque supo que solo era una excusa para no separarme de él.
Tomó mi mano con decisión y me jaló hasta el centro de la pista. Seguía descalzo. Yo también lo estaba. Sus pies se movían cerca de los míos y yo no podía dejar de mirarlo como un imbécil y de pensar en todo lo que me había contado sobre su vida en Brisbane.
—Así que conociste a muchos chicos...
—Bastantes. ¿No era eso lo que querías, Jaehyun? — Dió una vuelta sobre sí mismo sin soltar mi mano.
Lo retuve junto a mi cuerpo y dejé que mis dedos se deslizasen desde su cintura hasta las caderas, que se movían al son de la música sus ojos me atravesaron y yo quise quedarme para siempre en esa mirada, bajo sus espesas pestañas.
— ¿Qué fue lo que dijiste exactamente? Déjame recordar... — se llevó un dedo a los labios.
— No te esfuerces, lo recuerdo a la perfección.
— Entonces, ¿qué es lo que quieres saber?
—Cualquier cosa.
Continuamos bailando como si no hubiera nadie más alrededor. Y quiza fue por el alcohol que hablaba por él, pero a pesar de la palabras de agradecimiento que me había dicho una hora atrás, en aquel momento encontré rabia en sus ojos, también resentimiento y decepción.
—¿No recuerdas nada interesante?
—Sobre los chicos con los que estuve?
— Si.
—No hay mucho que contar.
—¿Lo disfrutaste? —Lo pegué más a mí. Mierda, estaba excitado y enfadado y celoso.
—A veces. Con unos más que con otros.
Tuve que hacer un esfuerzo para seguir el ritmo de la canción mientras imaginaba otras manos acariciándolo y mi propia voz pidiéndole que viviera, que saliera, que cogiera, cuando lo que en el fondo deseaba era ser yo el único que lo tocara.
—¿Llegabas al orgasmo siempre?
Sus dedos presionaron mi nuca.
—Jaehyun, te estás pasando.
—¿Los amigos no hacen este tipo de preguntas?
—No arruines esta noche... — fue casi una súplica.
No quería hacerlo, así que cerré la boca y me limité a bailar y a mirarlo y a sentir cómo se me erizaba la piel cada vez que nuestros cuerpos se rozaban al moverse con la música.
Renjun se dejó llevar, con los ojos cerrados, desinhibido y tranquilo. Yo sonreí al darme cuenta de que, al menos, había logrado que no pasara aquella noche nervioso y dando vueltas en la cama. Cuando me di cuenta de que en apenas unas horas empezaría a amanecer, lo convencí de que había llegado la hora de irnos a casa.
Volvimos a la barra para tomar nuestras sandalias.
—¡No están! —Renjun frunció el ceño indignado.
— Espera, te ayudo a buscarlas.
Me puse las mías e intenté encontrar las suyas entre los taburetes en los que nos habíamos sentado, pero Renjun tenía razón y no había ni rastro de ellas.
—¿Y ahora qué? —gimió un poco borracho.
—Camina descalzo, ¿qué más da, cariño?
—No me llames así —balbuceó.
—Y tenemos que atravesar un camino de tierra. ¡Me clavaré las piedrecitas! — Estaba muy gracioso así de enfadado y exaltado.
—Yo te llevaré. Vamos.
Me siguió hacia el paseo de la playa. Al llegar hasta el tramo de tierra, una parte que estaba sin asfaltar, me agaché y le dije que subiera a mi espalda.
—¿Estás bromeando? Ahora mismo no puedo ni sumar dos más dos.
—Creo que son cinco. ¡Vamos, sube!
—¡Es ridículo! ¿Y si nos ven?
—¿Desde cuándo te preocupa lo que piensen los demás?
Eso fue suficiente para que Renjun avanzara hasta mí. Me encantaba desafiarlo. Consiguió trepar por mi espalda y me rodeó la cintura con las piernas y el cuello con los brazos como un mono. Me erguí y empecé a caminar. Él se movió.
—Mierda, no hagas eso con la pierna.
—¿Por qué? — preguntó riendo.
—Me haces putas cosquillas.
Renjun se rio a carcajadas, y cuando aún caminaba con él a cuestas por el trozo de gravilla, volvió a rozarme en el costado y se me aflojaron las piernas. Me reí. Nos reímos los dos a la vez rompiendo el silencio de la noche. Y, carajo, fue el mejor sonido del mundo.
—¡Jaehyun! ¡Nos caemos! — gritó.
Intente mantener el equilibrio, pero me tambaleé y terminamos en el suelo, acostados con la mirada clavada en el cielo mientras aún nos reíamos de quién sabe qué. Me llevé una mano al estómago y suspiré hondo cuando logré dejar de comportarme como un niño y giré la cabeza para mirarlo.
—Echaba de menos esto... —susurró Renjun.
—¿Mi maravillosa compañía?
Rio de nuevo y suspiró satisfecho.
—Esto. Byron Bay. Sus estrellas. También a ti.
—Está bien saberlo —contesté agradecido.
—Y a tu familia, el olor del mar.
—Pues vuelve. Quedate aquí —solté.
—Mi vida está allá ahora....
Sus palabras fueron un golpe de realidad. Me puse de pie despacio y lo tomé de las manos para jalarlo. Sin bastante esfuerzo, logré que subiera otra vez a mi espalda y cargué con él hasta que el camino volvió a estar asfaltado. Lo dejé en el suelo con cuidado y continuamos hasta el hostal. Ya delante de los escalones, lo tomé de la muñeca.
—Olvidas mi beso de buenas noches.
Renjun puso los ojos en blanco, pero se inclinó y esta vez su beso no fue solo un roce, fue un beso sincero que me calentó la mejilla.
—Buenas noches, Jaehyun.

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Lo que somos
RomansaHan pasado tres años desde la última vez que Renjun y Jaehyun se vieron. Ahora, Renjun está a punto de cumplir su sueño, y pese al pasado, Jaehyun necesita formar parte de un momento como ese. Cuando sus caminos vuelven a cruzarse, Renjun tiene que...