RENJUN

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— ¡No puedes estar hablando en serio!

— Renjun... — La voz de Kun era suave.

Pero me daba igual lo tierno que intentara ser mi hermano o sus esfuerzos por sonar delicado, porque solo podía pensar en que un día intentó alejarme de los brazos de Jaehyun y en aquel momento parecía dispuesto a arrojarme hacia él con los ojos cerrados.

Y yo estaba furioso, muy furioso, había aceptado que retomaran su amistad sin pedirle ningún tipo de explicación, pero a mí no me incumbían sus cambios de parecer, lo volátil que resultaba todo.

—Escúchame, es una buena oportunidad—Suspiró al otro lado de la línea de teléfono.

— Ya sé que es una situación complicada, pero ha pasado el tiempo. Tú estás con un chico, ¿no? Jaehyun representa artistas y es..., es nuestra familia, Renjun.

—No es verdad. Ya no — Y colgué.

Colgué porque no podía seguir escuchando cosas que no eran ciertas, porque me dolía todo aquello y porque no entendía a Kun. Yo sabía que a él le importaba que me fuera bien y que logrará hacerme un nombre, pero ¿a qué precio? No estaba seguro de que valiera la pena cruzar una línea tan peligrosa, sobre todo, porque conocía bien a Jaehyun y solía haber una razón detrás de cada cosa que hacía.

Me dejé caer en la cama del departamento de Jeno y hundí la cabeza en la almohada. Desde el día de la exposición me sentía inestable, desconcentrado, cada vez que recordaba el instante en que lo vi allí parado en medio de la sala y mirando mis pinturas, sentía que unas garras me apretaban los pulmones hasta dejarme sin aire, y no soportaba esa sensación, volver a sentirme tan débil, estremecerme al recordar sus ojos irritados, su expresión... Sus palabras: «Estoy orgulloso de ti».

Me levanté de la cama en cuanto oí el ruido de la cerradura al girar. Tomé las bolsas del supermercado que Jeno traía y lo ayudé a guardarlas en el refrigerador.

Era viernes y había decidido quedarme a pasar la noche en su departamento; cenar algo sencillo, ver una película juntos y luego dormir abrazados.

—Esto va en el congelador.

— ¡Helado! — sonreí contento.

Le di un beso en la mejilla antes de tomar el bote y guardarlo, para seguir organizando las papas fritas de bolsa y algunas cosas más que él me fue pasando.

Oí la melodía de mi celular, que había dejado en el dormitorio.

—Te están llamando, Renjun.

—Ya lo sé.

—¿Y no piensas responder?

—Es mi hermano. Y me enfadé con él, así que no.

—¿Qué ocurrió esta vez?

Kun y yo solíamos tener desencuentros a menudo, pero por cosas tontas, como dos hermanos que se quieren a pesar de los tropiezos del día a día. Sin embargo, Jaehyun no era eso para nosotros; Jaehyun era un golpe seco, la barrera más alta que nos separaba, y yo no estaba dispuesto a saltarla de un lado a otro según a Kun le viniera en gana.

Miré a Jeno un poco incómodo.

—Quiere que acepte... —susurré.

—¿Que él te represente? —quiso asegurarse, porque solo se lo había comentado de pasada la semana anterior, cuando fui a su departamento alterado tras salir de la oficina de Lee Minyhuk todavía con el corazón en la garganta.

Después yo había intentado no mencionarlo siquiera, a pesar de que no podía quitármelo de la cabeza.

—Sí. Así de coherente es Kun.

Jeno se apoyó en la barra.

— ¿Y tú qué opinas?

—No tengo nada que opinar — respondí mientras guardaba en el refrigerador una botella de jugo.

Jeno me miraba mordiéndose el labio.

—¿Qué pasa?

—Nada. Solo..., quizá deberías pensártelo.

—¿Qué? ¡No puedes estar hablando en serio!

Me tomo de la muñeca antes de que pudiera salir de la cocina. Intenté mantener el control, respirar hondo y escuchar lo que quería decirme.

—Espera, Renjun, cariño...

—No me llames así —supliqué.

—Lo siento. —Se pasó una mano por el pelo, tenso.

No estábamos acostumbrados a discutir; Jeno y yo no teníamos problemas de pareja, tan solo pasábamos buenos ratos abrazados en el sofá o paseando por la ciudad.

—Me expliqué mal. Si tú no quieres hacerlo, no hay nada que hablar, ¿de acuerdo? Tienes tus razones, lo sé. Créeme, soy el primero que no quiere ni pensar en que te acerques a él...— le falló un poco la voz antes de mirarme de nuevo.

—Pero puedo imaginar por qué tu hermano cree que es una gran oportunidad para ti en ese mundo tan complejo. Ven, dame un abrazo.

Me aferré a él. Cerré los ojos cuando sentí su pecho contra mi mejilla. Yo lo comprendía. Si me esforzaba mucho, podía llegar a entender que pensaran en mi futuro, valorar que habían pasado tres años y que eso parecía tiempo suficiente para enfrentar demonios del pasado que habían quedado atrás. Tenía sentido, pero... en la práctica me resultaba asfixiante, porque Jaehyun me estaba poniendo delante un dulce al que él sabía que no me podía resistir: la pintura, mis sueños...

Y la condición para alcanzar eso era remover sentimientos que quería seguir manteniendo enterrados.

Jeno me separó de él con suavidad.

—Olvidémoslo. ¿Qué se te antoja cenar?

Me mordí el interior de la mejilla nervioso, inquieto.

—Es que sería muy complicado...

El se quedó callado cuando entendió que seguía hablando de lo mismo. Me colocó tras las orejas los mechones de cabello que habían escapado de la mini coleta y tomó aire antes de hacer una pregunta que parecía que llevaba meses guardada en su interior:

—¿Sigues enamorado de él?

—No.

No lo estaba, porque Jaehyun no había sido la persona que yo creía conocer, porque con el paso de los meses y los años había ido quitando las capas de las que me había enamorado: su sinceridad, su forma de vivir, su mirada transparente... Y cuando las quité todas y miré de nuevo, vi que no quedaba nada, solo vacio; no había encontrado al chico que pensaba que era bajo todo aquel papel de envolver brillante y bonito.

Percibí que Jeno respiraba aliviado.

—Entonces, ¿qué te preocupa?

—¡No lo sé! Que sería difícil e incómodo. Que no me veo capaz de comportarme con él como si no hubiera pasado nada después de todo el daño que me hizo. No es solo por lo que ocurrió entre nosotros mientras vivía en su casa, fue por todo lo demás, lo de antes. Eramos amigos, familia. Éramos ese tipo de personas que, al mirarlas, piensas que jamás se separarán porque sus vidas están entretejidas de algún modo.

Me di cuenta de que había estado dando zancadas de un lado a otro de la cocina, alterado, cuando Jeno me obligó a frenar parándose delante de mí. Agachó la cabeza para que estuviéramos a la misma altura.

—¿Y no puedes recuperar eso? — preguntó.

Lo pensé. Separar una parte de Jaehyun, la de sus besos, la de nuestros cuerpos unidos y las noches en la terraza, de otra que había sido la raíz de aquello: la amistad, el cariño, ese amor incondicional de toda una vida...

—No lo sé, pero esta situación es...

— Incómoda. Ya lo imagino. Lo único que quiero es que valores bien todas tus opciones, que lo pienses con calma antes de tomar una decisión —Jeno me dio un beso en la frente y me rodeó con un brazo.

— Y ahora vamos a dejar el tema. Hoy eliges tú la peli, ¿de acuerdo?

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