JAEHYUN

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Subí los escalones de la residencia de dos en dos y llamé con los nudillos a la puerta de su habitación, esperé inquieto.

Renjun me había contestado el mensaje para quedar el lunes en un rato libre entre clase y clase, algo que, evidentemente, había hecho a propósito para no alargar demasiado nuestro encuentro. Yo había accedido porque..., bueno, porque le habría dicho que sí a cualquier cosa que él me hubiera pedido, ¿a quién iba a engañar? Estaba así de jodido.

Renjun abrió, me miró antes de apartarse.

Entré en su habitación y contemplé cada rincón mientras él cerraba la puerta a mi espalda.

Había esperado ver alguna pintura suya, pero las paredes estaban vacías, en cambio tenía el escritorio repleto de libros y material.

Me acerqué para ver mejor un dibujo a carboncillo que sobresalía entre varias hojas, pero él lo alejó de mí con brusquedad en cuanto lo rocé con los dedos.

—No toques nada —susurró casi sin aire.

Me fijé en cómo su garganta se movía y deseé besarlo justo ahí, en ese hueco de piel que siempre pensé que estaba hecho para mis labios.

—De acuerdo, aunque ya sabes que tocar es una de mis especialidades...

Renjun me taladró con la mirada. Yo sonreí, porque prefería esa reacción que la indiferencia. Me bastaba con despertar de nuevo algo en él, aunque fuera enfado.

—Tengo poco tiempo, Jaehyun.

—Está bien —suspiré hondo.

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