Llegué a la galería nervioso, porque aquel día las cosas eran diferentes. Despertarme sabiendo que Renjun estaba en Byron Bay lo cambiaba todo. Había estado un poco desconcentrado esa mañana mientras surfeaba y me había caído varias veces de la tabla, así que, de camino al trabajo, pasé por la cafetería y le pedí a Doyoung que me sirviera un café cargado; una pésima idea, porque poco después empezó a dolerme la cabeza.—Vaya expresión... — se burló Sam.
—Va, suéltalo de una vez —puse los ojos en blanco.
—Tienes la misma expresión que mis hijos en Navidad justo antes de abrir los regalos que hay debajo del árbol. Ven aquí, deja que te arregle el cuello de la camisa. ¿Acaso no sabes usar una plancha?
—¿Hace falta que responda?
—Debí suponerlo.
Ni siquiera tenía plancha, porque no me parecía necesaria; ¿en qué momento el ser humano quiso complicarse la vida decidiendo que las arrugas no eran bonitas?, ¿por qué no pudo ponerse de moda justo lo contrario?
Suspiré agobiado mientras Sam me colocaba bien la camisa y alisaba el resto de la ropa con las manos como si no pudiera soportar la idea de que estuviera arrugada. Le sonreí con cariño, porque apenas tenía unos años más que yo y se comportaba como si fuera mi madre.
—Dudo que una arruga más o una menos evite que siga odiandome — la calmé.
—Así que la cagaste bien, ¿no? — adivinó.
—Hasta el fondo. Así soy yo, cuando me propongo algo, voy por todo.
Sam me dió un golpe en la nuca justo en el instante en el que llamaron a la puerta de la oficina. Por suerte, ella se apresuró a invitarlo a entrar, porque yo aún estaba preparándome para el impacto que siempre me causaba volver a verlo.
—Lo siento, la galería estaba abierta, así que...
—No te disculpes. Encantada de conocerte, Renjun. Me llamo Sam; supongo que ya estarás al tanto de todo, pero me encargo de la gestión general de la galería.
—No, Jaehyun no me ha explicado demasiado.
Me dirigió una de esas miradas que dejarían en el sitio a cualquier otra persona, pero que a mí me zarandeaban como si estuviera despertando de algún tipo de letargo en el que había estado sumido durante mucho tiempo.
—Ven, te enseñaré el espacio —se ofreció Sam.
—Los acompaño.
Sam le hizo un recorrido completo mientras le iba contando anécdotas relacionadas con la galería o le hablaba de cómo funcionábamos y de otros artistas a los que representábamos. Yo me dediqué a seguirlos. También a mirarle el trasero a Renjun, para qué mentir. Lo cierto es que escuché más bien poco de todo lo que Sam decía, porque Renjun acaparaba toda mi atención. Por eso la pregunta de Sam me agarró desprevenido.
—¿Cómo dices? — fruncí el ceño.
—El enmarcado, Jaehyun.
—Ah, eso. ¿Qué pasa?
Sam se cruzó de brazos.
—Nos urge tenerlo listo y dijiste que te encargarías de ello.
—Las obras ya están en el almacén, así que pueden organizarlas hoy mismo. Estaría bien estudiar al menos dos propuestas y decidir entre nosotros cuál resulta más atractiva.
Me miró algo preocupada.
— ¿Te encuentras bien, Jaehyun?
—Sí. Es la cabeza, como siempre.

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Lo que somos
RomansaHan pasado tres años desde la última vez que Renjun y Jaehyun se vieron. Ahora, Renjun está a punto de cumplir su sueño, y pese al pasado, Jaehyun necesita formar parte de un momento como ese. Cuando sus caminos vuelven a cruzarse, Renjun tiene que...