Me obligué a tragar con fuerza para deshacer el nudo que tenía en la garganta mientras él se sentaba en mi cama y abría la carpeta. Me tendió dos contratos engrapados.—Uno es para mí, la otra copia es tuya.
—De acuerdo. ¿Puedo echarle un vistazo?
—Claro. No soy yo el que tiene prisa.
Estuve a punto de poner los ojos en blanco, pero lo evité en el último momento porque conocía a Jaehyun y sabía lo que quería: provocarme, desestabilizarme. Me senté en la silla que estaba delante del escritorio y lo leí en silencio, tan solo levanté la vista cuando vi por el rabillo del ojo que él se acostaba en la cama, mi cama.
Tomé aire, incómodo, porque la idea de tener que descubrir esa noche que las sábanas olían a él era más de lo que podía soportar. Me sujeté un mechón tras la oreja mientras sentía cómo la habitación se iba haciendo más y más pequeña a cada segundo que pasaba, como si Jaehyun encogiera las paredes con su mera presencia, hasta el punto de que su aroma masculino me envolvió y me transportó a otro lugar: el mar, el sol, la sal...
Terminé pasando las páginas casi sin leerlas tan solo para llegar cuanto antes a la última, firmar y evitar que el encuentro se alargara más.
—Ya está. Toma —le tendí su copia.
—¿Ves como no era tan difícil?
Un «cállate» me bailó en la punta de la lengua, pero conseguí tragármelo, porque no quería darle la satisfacción de caer en lo que buscaba. Noté que el bocado verbal también estaba lleno de rabia.
¿Qué sabría él de cosas difíciles? ¿Qué sabría él de todas las noches que me había dormido llorando en esa misma cama en la que estaba acostado? ¿Qué sabría él de sentimientos, de ser fiel a ellos, de luchar por algo aunque no fuera fácil?
—Tengo que irme ya — dije secamente.
—¿A la universidad? preguntó.
—Sí. Tras salir, cerré con llave.
—Te acompaño — comentó.
Yo frené en mitad de los escalones y me sujeté al barandal de madera antes de mirarlo por encima del hombro. Él me sonrió de lado. Quise borrar el gesto.
—No puedes hacer eso.
—¿Por qué no?
—Porque no quiero.
Seguí bajando hasta llegar al descansillo. Agradecí el viento que soplaba aquel día cuando salí a la calle, porque sentía que Jaehyun no solo encogía los espacios, también acaparaba el aire que había a mi alrededor. Empecé a caminar hacia la universidad, al menos hasta que él me cerró el paso colocándose delante de mí y posando sus manos en mis hombros.
—¿Cuál es el problema? — preguntó.
—Jaehyun, no empeores las cosas...
Hasta pronunciar su nombre me dejaba un sabor amargo en la boca. «Jaehyun», esas siete letras que siempre parecían perseguirme. «Jaehyun» una vida entera resumida en una sola persona. Inspiré hondo, tomando fuerzas, cuando él se inclinó más hacia mí.
—Ya sé que esto no es fácil —susurró.
—Pues entonces no lo compliques más.
—La cuestión es que vamos a tener que trabajar juntos y, mierda, no soporto que me mires así, Renjun. Deberíamos, no sé..., hablarlo. O darnos una tregua. Lo que necesites.
Se me aceleró el corazón.
«Hablarlo.»
No, no estaba preparado, porque eso significaría remover en cajones llenos de polvo que había cerrado con llave, y solo pensarlo me aterraba. Porque no había algo concreto sobre lo que tuviéramos que ponernos de acuerdo, era todo, era una relación de una vida entera que se había hecho añicos de forma brusca y todavía seguía pisando trocitos que no había recogido del suelo.
La gente continuaba recorriendo la banqueta o cruzando el paso de peatones que estaba a unos metros, pero durante unos segundos, mientras nos mirábamos, fue como si el mundo se congelara por completo.
—Una tregua —logré decir en un murmullo.
Jaehyun dió un paso atrás. No sé si parecía decepcionado o aliviado, quizá ambas cosas.
Yo retomé el paso y Jaehyun me imitó caminando a mi lado.No hablamos; fueron diez minutos que me parecieron eternos y efímeros a la vez. Su presencia me inquietaba, lo cerca que estaba su mano de la mía, la firmeza de sus pisadas, su respiración calmada...
—Ya llegamos —me paré delante de la puerta de la universidad.
—Todo sigue igual — Jaehyun contempló los jardines y luego bajó la vista hasta encontrar mis ojos.
—Dime qué día puedes quedar para que visite tu estudio.
—Aún no lo sé...
— Renjun...
—El viernes, quizá.
—¿Quizá o seguro?
Odiaba cuando presionaba y presionaba y presionaba, algo que a Jaehyun se le daba muy bien.
Él no era de los que sabían cuándo aflojar o mantener la boca cerrada, no, iba por todo, aunque solo ante ciertas situaciones, pero no cuando se trataba de él mismo.
—Seguro. Salgo de clase a las cinco.
—Te estaré esperando aquí mismo.
—De acuerdo —Me fui sin despedirme.

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Lo que somos
RomanceHan pasado tres años desde la última vez que Renjun y Jaehyun se vieron. Ahora, Renjun está a punto de cumplir su sueño, y pese al pasado, Jaehyun necesita formar parte de un momento como ese. Cuando sus caminos vuelven a cruzarse, Renjun tiene que...