JAEHYUN

101 12 0
                                        



Me senté delante del escritorio y contemplé aquel cuadro en el que Renjun había dibujado nuestro mar bajo una tormenta. Pasé los dedos por encima, como ya había hecho otras veces, notando los bordes irregulares, las capas de pintura, los errores que había intentado tapar. Al final lo hice; tomé un cuchillo de la cocina y, muy despacio, con la punta, rasqué la pintura de una de las esquinas. Me incliné y contuve la respiración al distinguir entre las virutas más oscuras algunas de un tono más claro, de un azul cobalto.
En algún momento, ese cielo sombrío había estado despejado.

=====================================

Preparar la exposición fue fácil con la ayuda de Sam y la colaboración de Renjun. Trabajamos sin descanso durante los siguientes días. Yo no volví a tener dolor de cabeza, quizá porque usé más esos lentes que a Renjun parecían hacerle tanta gracia cada vez que me veía con ellos puestos, y me concentré en conseguir que todo fuera perfecto.

El viernes por la mañana ya estaba todo listo.
Con Renjun pisándome los talones, di un paseo por las tres salas admirando el resultado final como si no lo hubiera visto antes una docena de veces.

—¿Satisfecho? —le sonreí.

—Sí. Y nervioso también.

—En poco más de veinticuatro horas esta sala estará llena de gente.

Se había extendido la noticia de que el hijo de los Huang era el artista, lo que había despertado bastante interés. Y por si eso no fuera suficiente, la tarde anterior había convencido a mis sobrinos para que pegaran algunos carteles por las calles más cercanas a cambio de dejarles usar mi tabla de surf.

—Así que creo que ha llegado el momento de hacer un ensayo, ¿qué opinas?

—Opino que moriré de un infarto.

—Siempre tan poco exagerado —me reí.

Renjun me siguió cuando volví atrás sobre mis pasos hasta llegar a la puerta de la galería.

—¿Qué estás haciendo? — preguntó.

—Un simulacro. Imagina que la gente está a tu alrededor comiendo o bebiendo algo, charlando y observando los cuadros, y yo soy un visitante muy exigente que acaba de entrar.

Me moví avanzando por el pasillo hasta la primera sala. Una vez allí, dediqué unos segundos a mirar los cuadros. Después me volteé hacia Renjun y pregunté:

— ¿Es usted el artista?

Él se echó a reír antes de ponerse serio.

—Sí —Se quedó callado y yo le dirigí una mirada que insinuaba que debía seguir hablando, así que se apresuró a hacerlo:

—Perdona. Es mi primera exposición y estoy un poco nervioso.

—Pues tienes talento para ser principiante.

—Gracias. En realidad, llevo pintando toda mi vida.

—Interesante. ¿Así que esto siempre fue tu sueño? —pregunté mientras daba un paso para ver el resto de las obras de aquella sala.

Él me siguió.

—¿Pintar? Sí. ¿Exponer? No lo sé.

Me salí del papel un momento, porque la respuesta me dejó un poco descolocado. Lo miré fijamente, como si una parte de mí pensara que, si lo hacía con la suficiente intensidad, lograría ver lo que había más allá de su piel.

—¿Y para qué ibas a pintar si no?

—Porque sí. Por el placer de hacerlo. De sentirlo.

—¿Nunca piensas qué pensará otra persona del cuadro que estás creando?

—Es usted un visitante muy curioso, ¿no?

Alzó las cejas de una forma muy graciosa y yo sacudí la cabeza, porque tenía razón, se me había ido un poco de las manos.

—Está bien, volvamos a empezar —Salí de esa sala y fui hacia la siguiente.

—Imagina que estás aquí y, de repente, alguien se te acerca para hacerte una pregunta concreta.

—Adelante — me pidió.

Señalé la obra del chico que sostenía un corazón.

—¿Qué significa exactamente ese cuadro?

Noté que él se ponía más nervioso. Porque todo aquello no dejaba de ser algo personal, suyo, que un día después estaría expuesto ante los ojos de todas las personas que quisieran verlo.

—Es el desamor.

—No lo entiendo.

Puede que yo no estuviera jugando del todo limpio, pero necesitaba saberlo. Y a pesar de todo, no era nada que no hubiera podido preguntarle Sam o cualquier persona. Los coleccionistas y los amantes del arte acudían por eso a la inauguración de las exposiciones: para conocer al artista, los secretos que escondía cada obra y decidir si valía la pena pagar por ella, porque deseaban encontrar ese «más» que la hiciera diferente, especial, única.

—Es ese momento exacto en el que una persona decide devolverte tu corazón a pesar de que tú se lo diste. Por eso lo lleva en las manos. Porque había renunciado a él y ahora no sabe qué hacer con algo que sigue sin pertenecerle.

Carajo. Ese chico podía matarme solo con palabras. Y con trazos. Con miradas. Con cualquier cosa. Tenía la capacidad de dejarme clavado en el sitio incluso cuando pensaba que yo jugaba con ventaja.

En ese momento entendí que él siempre iba a ganar. Siempre.

Porque yo iba un paso por detrás intentando entenderme a mí mismo cuando él ya nos había entendido a los dos. Me aclaré la garganta.

—¿Cómo puedo comprarlo?

—Habla con mi representante — me sonrió.

—Debe de estar por ahí. Es alto, suele fruncir mucho el ceño y lleva unos lentes que le quedan muy graciosos.

Gruñí en respuesta, aunque me calmé al notar cómo se disipaba la tensión. Seguimos haciendo aquello un rato más, estudiando las diferentes preguntas que podrían hacerle y la mejor forma de contestarlas. Cuando llegó la hora de cerrar la galería, nos despedimos de Sam, lo acompañé hasta el hostal dando un paseo.

—No queda nada para el gran día — suspiró.

—¿Sigues nervioso? — pregunté.

—Dudo que pueda dormir.

— Ya me imagino...

—Mañana llegará mi hermano.

—Ya lo sé. Y también ese novio tuyo, ¿no?

Noté que su espalda se ponía más rígida y luego se lamió los labios, sin saber que ese gesto dificultaba bastante las cosas para mí y mi autocontrol. Arrancó una flor de la enredadera que crecia a un lado de la calle, tras la cerca del edificio, y le quitó los pétalos despacio.

—En realidad, no es mi novio. No exactamente. Quería habértelo dicho antes, pero no era algo de lo que quisiera hablar contigo, la verdad — admitió.

—Jeno es... Tengo una relacion con él. Sin etiquetas. Diferente.

—Diferente... — Saboreé esa palabra.

—Estamos juntos —recalcó él.

—Entiendo. Ya me lo presentarás.

Todavía un poco nervioso, Renjun tragó saliva y me miró agradecido antes de darme un beso en la mejilla y desaparecer por la puerta del hostal. Y sí, una parte de mí había pensado de inmediato que, si no había ningún jodido novio, no sabía qué carajo estaba haciendo ahí parado como un imbécil en lugar de devorar su boca, aún a riesgo de que él me rechazara, pero otra parte empezaba a entender que a veces las cosas no son tan fáciles como poder hacer algo o no poder. A veces hay más, mucho más.

Lo que somos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora