Caía una llovizna cuando apareció.Apagué el cigarro que me estaba fumando y me agaché delante de mi visita. Estaba muy delgada y respiraba con dificultad, hacía semanas que no la veía.
Se acostó en el suelo de la terraza y yo le acaricié el lomo con suavidad. Gimió bajito, como sí le doliera.
—¿Qué te ocurre, bonita?
La gata tenía sus ojos rasgados entrecerrados, y no sé cómo ni por qué, pero la entendí, entendí que había venido a morir conmigo, a pasar los últimos minutos de su vida cobijada entre mis brazos. Me ardieron los ojos al pensar en la soledad, en lo cruda que puede llegar a ser a veces.
Me senté en el suelo, con la espalda apoyada en una de las vigas de madera, y la acosté sobre mi regazo, la acaricié despacio, calmándola, acompañándola hasta que su respiración se fue volviendo cada vez menos sonora, como si se quedara dormida...
Quise pensar eso, pensar que fue una muerte tranquila.
Me quedé un rato más allí, viendo llover, contemplando el cielo oscuro de aquella noche templada, me levanté cuando ya tan solo chispeaba.
Entré a la casa y busqué en el mueble en el que guardaba las herramientas hasta que encontré una pala pequeña. Cavé y cavé, haciendo un hoyo mucho más hondo de lo necesario, pero no podía dejar de profundizar más y más, ya era de madrugada cuando paré.
Estaba lleno de barro. La enterré allí, con un nudo en la garganta, y luego volví a poner la tierra en su lugar.
Regresé a casa, me metí a bañar y cerré los ojos. Me llevé una mano al pecho, seguía sin poder respirar.
—Tienes mala cara —me dijo Doyoung preocupado.
—No he dormido mucho. Mi gata decidió que prefería morir conmigo que hacerlo sola.
—Lo curioso es que la primera vez que te refieres a ese animal como algo tuyo sea justo cuando ya no está — reflexionó mi hermano mientras secaba un par de vasos.
Resoplé, me terminé el té que había pedido y salí de la cafetería tras despedirme con un gesto vago. Caminé hasta la galería y estuve un rato echándoles un vistazo a las pinturas que colgaban de las paredes, pensando en los secretos que se escondían detrás de cada trazo, en que cada obra representaba pensamientos, emociones, algo humano plasmado en un trozo de tela para siempre.
Tragué saliva, preguntándome por qué nunca había podido lograrlo, hacer aquello, «pintar», dejar partes de mí mismo sobre un lienzo.
—Vaya, hoy llegas temprano —Sam me sonrió.
—Deja que te ayude —Agarré las dos bolsas que llevaba en la mano y la acompañé hasta su oficina.
Sam tenía las mejillas sonrosadas. Yo me dediqué a contemplar las paredes de aquel rincón suyo, que, casi de forma irónica, estaban llenas de obras más... amateur. Sonreí al ver el último dibujo que había colgado al lado de los demás: representaba a cinco personas dibujadas con palitos de colores bajo los que podía leerse «Para la mejor mamá del mundo», con letra infantil e irregular.
— Tiene futuro — bromeé señalándolo.
—Me conformaría con que me dejaran dormir más de dos horas seguidas alguna noche. ¿Un punto importante sobre el que reflexionar antes de continuar?
—¿Acoso laboral? —alcé una ceja.
—¡Jaehyun! —Me lanzó un bolígrafo en mitad de las risas. —Eres un caso perdido. Centrémonos. Mañana quedé con Will Higgins a las diez para visitar su estudio; dice que algunos de sus nuevos trabajos pueden resultarnos interesantes; espero que sí, porque lo último que hizo... —puso una mueca graciosa.

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Lo que somos
RomanceHan pasado tres años desde la última vez que Renjun y Jaehyun se vieron. Ahora, Renjun está a punto de cumplir su sueño, y pese al pasado, Jaehyun necesita formar parte de un momento como ese. Cuando sus caminos vuelven a cruzarse, Renjun tiene que...