RENJUN

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Por alguna razón, cuando pensaba en París siempre acudía a mi cabeza Claude Monet.
Durante el segundo año de carrera, hice el trabajo de fin de curso sobre él y la pintura impresionista. Me fascinaba su determinación, a pesar del rechazo inicial de la burguesía porque rompía con los valores tradicionales del arte en la época; también su obsesión por buscar el color y la expresión etérea de la luz. Las pinceladas libres, cortas y cargadas, el toque vibrante y luminoso. Ese interés por captar el instante, lo impalpable, lo efímero. Me transmitía una sensación reconfortante, como los momentos que guardas en tu memoria y sabes que no podrán repetirse.

Era mágico. Plasmar lo volátil con sus colores puros y yuxtapuestos. Su obra más importante, la que da nombre al movimiento, se titula Impresión, salida del sol. Quise convencerme de que no era una señal. El amanecer. Él.

Esos días solo pensaba en Monet. Solo pensaba en París...

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Habíamos salido a cenar y nos habíamos pasado la noche esforzándonos por aparentar que no ocurría nada, pero los dos sabíamos que no estábamos bien. Ni siquiera estaba seguro de cuál era el problema, pero sí podía palpar los silencios incómodos, los temas que evitábamos, las miradas que escondían miedos y dudas.

Me quité los zapatos en cuanto llegamos a su apartamento y caminé descalzo hasta la cocina para tomar un vaso de agua. Cuando me lo bebí y me di la vuelta, Jeno estaba apoyado en la encimera y me miraba con gesto serio.

—¿Qué ocurre? —Di un paso hacia él.

—Tenemos que hablar sobre lo de París.

—¿Crees que no debería irme?

—No. En realidad, pienso que es una oportunidad irrepetible y que tienes que aprovecharla. Pero eso solo lo complica todo aún más... —Se pasó una mano por el pelo, agobiado.

— Yo te quiero, Renjun, pero te vas a ir allí, con él, a miles de kilómetros de distancia, y no estoy seguro de poder seguir fingiendo que no pasa nada.

—¿Qué intentas decirme? —Tragué saliva.

—Que ya hablaremos cuando vuelvas...

—¿Estás rompiendo conmigo?

—No, porque no hay nada que romper. Tú eres el que nunca ha querido poner etiquetas a lo nuestro, así que ni siquiera sabemos qué es lo que tenemos —Resopló y su mirada triste me atravesó.

—Vete a París, aprovecha esto y... aclárate. Descubre qué es lo que quieres de verdad. No quiero enterarme de lo que ocurra durante esos meses entre ustedes.

—Pero no va a pasar nada.

—Renjun, joder, no estoy ciego.

—¿Qué quieres decir? — Iba a echarme a llorar.

—Que veo cómo te mira. Y que a ti te conozco demasiado como para no darme cuenta de que aún sientes algo por él — Cerró los ojos, inspiró hondo y se mordió el labio mientras se llevaba las manos a las caderas.

— Tú solo... haz lo que tengas que hacer, pero cuando vuelvas, dame una respuesta. Si entonces quieres seguir estando conmigo, tendremos algo real, seremos una pareja normal. Porque no puedo continuar con esto así, ¿lo entiendes?

Asentí despacio, con un nudo en la garganta.

—¿Y qué somos ahora, Jeno?

Me limpió las lágrimas y suspiró.

—Somos dos amigos que van a quererse siempre, pase lo que pase.

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