La primera semana fue tranquila. Apenas tuvimos tiempo libre, porque cuando no estábamos comprando material, ropa o comida, teníamos que acudir a la galería de la que Mino era socio y conocer a un montón de gente, aunque yo era incapaz de retener sus nombres.—¿Cómo ha dicho que se llamaba ese?
Jaehyun reprimió una sonrisa y se inclinó para susurrármelo al oído, yo me estremecí al notar su aliento cálido tan cerca, casi haciéndome cosquillas en el cuello. Esa noche llevaba un pantalón oscuro y una camisa blanca y formal, mucho más formal de lo que recordaba haberlo visto jamás.
Era dolorosamente consciente de su atractivo: del mentón recién afeitado, del olor de la colonia que se había puesto antes de salir y de su mirada penetrante.
—Armand Fave —me recordó.
Me terminé de un trago la copa que nos habían servido y sonreí al fijarme en el cuello de la camisa de Jaehyun y en la corbata mal anudada. Lo cierto era que no encajábamos nada en aquel ambiente, ¿qué hacíamos allí?
—¿Qué te hace tanta gracia? —preguntó.
—Nada, ven aquí, deja que te arregle esto...
Estábamos en un rincón del espacio impoluto, lleno de gente que charlaba, bebía y comentaba los cuadros de artistas consagrados que habían participado en la inauguración de aquella sala, por desgracia, no conocía a ninguno de ellos, así que me sentía un poco perdido.
Di un paso hacia Jaehyun acortando la distancia que nos separaba y él respiró hondo cuando deslicé las manos por su nuca para colocarle bien el cuello de la camisa antes de intentar arreglar el nudo apretándolo un poco.
Su aliento cálido me acarició.
—No deberías acercarte tanto.
—¿Acaso corro peligro?
—Seguro que Caperucita le hizo esa misma pregunta al Lobo Feroz —replicó con la voz ronca, y yo apreté el nudo más de la cuenta.
—Joder, cariño — frunció el ceño llevándose una mano al cuello para aflojársela.
Sonreí satisfecho antes de dar un paso atrás, aunque por dentro estaba temblando.
Porque sus palabras, su voz, su mirada...
Aún estaba intentando recuperarme de lo que me había susurrado en el avión y de lo complicado que resultaba verlo a todas horas, tenerlo tan cerca e intentar recordar todas y cada una de las razones por las que no debía bajar la guardia.
—Aquí están—Mino nos sonrió.
— Quiero presentarles a uno de los socios de la galería, Lim Jaebeom, y este caballero deslumbrante es su esposo, Jinyoung.
Los saludé a los dos. Tenían un marcado acento y cierto aire distinguido ante el que me costó mantenerme indiferente, porque ambos eran ese tipo de personas que poseen un encanto embaucador y se apoderan del protagonismo absoluto en cuanto entran en un sitio. Todo en ellos desprendía elegancia, lujo y sofisticación.
Tras un rato en el que Jaehyun se encargó de encauzar la conversación, Jinyoung me cogió del brazo con la excusa de ir a por una copa. No pude negarme. Crucé con él la sala y empecé a ponerme nervioso cuando se paró delante de un cuadro inmenso de formas geométricas, líneas quebradas y colores fríos.
—¿Qué opinas de esta obra?— me preguntó.
—Es interesante — No añadí que, a pesar de ello, para mi gusto le faltaba algo difícil de explicar. El alma, la emoción, la intención.
—El artista se llama André Dubois y hasta hace poco menos de un año tan solo exponía en algunas ferias y en un par de restaurantes conocidos que accedieron a echarle una mano. Jaebeom y yo vimos en él talento y futuro. Créeme, llevamos años
dedicándonos a esto, sabemos distinguir un diamante escondido entre una montaña de piedras y el catálogo que nos ha enseñado Mino de tus obras nos ha resultado... refrescante. Sí, creo que esa es la palabra. Algo inesperado en medio de la monotonía. Confía en mí cuando te digo que, trabajando juntos, podemos lograr grandes resultados.Me guiñó un ojo y yo le di las gracias casi en un susurro, porque no supe qué contestar ni hasta qué punto su interés me halagaba o me incomodaba.
Cuando la inauguración terminó y nos marchamos, eran las once de la noche y las calles de París estaban casi vacías. Hacía frío, pero por encima de mi conjunto llevaba el abrigo que me había comprado la semana anterior. Por desgracia, también los únicos zapatos con los que había salido de la tienda.
—Me están matando —protesté.
—Pues quítatelos —Jaehyun se encogió de hombros.
—No estamos en Byron Bay —le recordé.
—¿A quién le importa? Vamos, te llevo.
Me reí y negué con la cabeza, porque me hacía gracia comprobar lo poco que el entorno influía en Jaehyun. Me sujeté del brazo que me ofreció para caminar más ligero y aguanté hasta que llegamos al apartamento. Me quité los zapatos en cuanto cruzamos la puerta.
—¿Tendremos que acudir a más fiestas así?
—Me temo que sí — contestó.
—¿Una copa?
Negué mientras él se servía un par de dedos de un licor ambarino. Luego se sentó a mi lado en el sofá y dió un sorbo largo. Tragué saliva cuando su mirada descendió por mi cuello hasta quedarse fija en mi pecho que se asomaba a causa de mi camisa desabotonada.
Temblé. Por dentro temblé. Y odié el deseo que sentí. Las ganas. Los recuerdos.
Me levanté cuando noté que el corazón empezaba a latirme más rápido y le di las buenas noches casi sin mirarlo.Suspiré hondo al cerrar la puerta de mi habitación, me quité la ropa y me puse el pijama antes de acercarme a la ventana y contemplar en silencio las luces de la ciudad, el cielo en el que apenas se distinguían estrellas, tan diferente al de casa, las chimeneas y los tejados de París...

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Lo que somos
Storie d'amoreHan pasado tres años desde la última vez que Renjun y Jaehyun se vieron. Ahora, Renjun está a punto de cumplir su sueño, y pese al pasado, Jaehyun necesita formar parte de un momento como ese. Cuando sus caminos vuelven a cruzarse, Renjun tiene que...