barrera de almohadas

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Enid instantáneamente gimió cuando la oscuridad se apoderó del lugar y Wednesday rápidamente agarró su teléfono celular. Momentos después, la linterna del teléfono se encendió, dándoles una especie de luz.

- Estamos a salvo aquí abajo. - dijo Merlina en voz baja. Enid estaba acostada boca arriba junto a Wednesday, todavía respirando con dificultad. - ¿Por qué viniste aquí?

- Cosas malas. - refunfuña Enid, señalando su cabeza y golpeándola con cuidado.

- ¿Cosas malas en tu cabeza? - preguntó merlina, tratando de entender lo que la chica intentaba explicar. Enid aceptó rápidamente, confirmando las sospechas de merlina.

- ¿Tuviste una pesadilla? - Preguntó la chica más alta. Enid ladeó la cabeza. - ¿Viste cosas malas mientras dormías? - Wednesday reformuló la pregunta y esto hizo que Enid asintiera lentamente con la cabeza. La niña más mayor pudo ver que el labio inferior de Enid temblaba.

- Oye, oye, no llores. - Wednesday sacudió la cabeza y se sentó, empujando las mantas. - Todo el mundo ve cosas malas mientras duerme, a veces, incluso yo.

- ¿En serio, merlina? - preguntó Enid, sentándose lentamente junto a merlina.

La chica de ojos negros asintió. - Se llaman pesadillas. - explicó merlina. - A veces pueden dar mucho miedo, pero ¿quieres saber un secreto?

Enid sacudió la cabeza lentamente.

- No pueden hacer daño. - Merlina le dedicó una suave sonrisa a la niña, intentando tranquilizarla. - Están sólo en tu cabeza. - Extendió la mano y golpeó a Enid en la frente como lo había hecho la chica antes.

- ¿Promesa? - susurró Enid extendiendo su dedo meñique. Wednesday asintió suavemente y entrelazó sus dedos, dándose cuenta ya de que se estaba acercando demasiado a la chica. Pero se sintió abrumada por la abrumadora necesidad de protegerla.

Enid todavía respiraba con dificultad y Wednesday la observó mientras tiraba de las mangas de su camisa.

- ¿Tienes calor? - preguntó Wednesday, señalando la gruesa camisa de Divina que llevaba Enid. La niña sacudió la cabeza y miró a Wednesday con una mirada suplicante.

- ¿Y supongo que quieres ponerte una de mis camisetas? - Wednesday levantó una ceja y suspiró, sabiendo que la respuesta de Enid sería sí. La más baja sonrió y sacudió la cabeza inmediatamente.

Merlina se rió. Ella se rió, sorprendentemente. Honestamente, la niña se sintió aliviada de poder de alguna manera calmar a la menor. Saltó de las mantas y abrió el cajón superior de su cómoda, donde guardaba sus camisetas. Agarrando una camisa negra con el nombre de su universidad, se la arrojó a Enid. Afortunadamente, la niña más pequeña pareció no tener problemas para capturarla.

Enid se levantó y se quitó la camisa. Merlina se dio la vuelta y casi se ahoga. No esperaba que Enid se cambiara en su habitación. Pero lo más importante es que no esperaba lo que había debajo de la camisa que llevaba Enid.

- ¿Qué sucedió? - Preguntó, cruzando la habitación y deteniendo a Enid antes de que pudiera quitarse la camisa por la cabeza. Su torso estaba cubierto de hematomas. Algunos morados, otros verde oscuro, algunos grandes, otros pequeños. No había ningún patrón, simplemente estaban esparcidos al azar por todo el cuerpo. Wednesday tuvo que evitar tocarlos para asegurarse de que no estaba alucinando.

- Oh.- susurró Enid, bajando la cabeza. Parecía casi avergonzada.

Merlina se mordió el labio. Sabía que no debía presionar a Enid para que diera explicaciones esta noche. Ambos estaban agotados. - Esta todo bien. - dijo merlina en voz baja, sacudiendo la cabeza. Tomó la camisa de la mano de Enid y ayudó a la niña más pequeña a ponérsela. Enid miró la prenda y le dedicó a Wednesday una gran sonrisa.

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