Setenta y ocho.

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Nicholas, hay algo que debo decirte: estoy enamorada de ti. No espero que me correspondas porque es muy probable que sólo me veas como una amiga y es muy válido... Sólo quería que lo supieras: merecías saberlo.

Resoplé.

Era la quinta vez que repetía esas palabras frente al espejo aquel sábado de diciembre y los nervios seguían comiéndome cada vez que las decía. Me tapé la cara con mis manos y ahogué un grito. Nunca había estado tan nerviosa en mi vida.

—¿Eleanor? ¿Está todo bien allá adentro?

La voz de mi madre me sacó de mi trance.

—Huh, sí. Ahora voy.

Me pasé un mechón de cabello detrás de mi oído y respiré hondo mientras me observaba fijamente a través del espejo. Quería transmitir seguridad, fuerza, pero lo único que veía era una pobre chica muerta de nervios. Evalué mi aspecto una vez más. Llevaba un vestido azul marino de maternidad y zapatos de piso del mismo color. Mi cabello caía en ondas hacia un lado. Mis labios eran de un rosa intenso y mis pestañas estaban cargados de máscara.

—Eleanor, Elliot vendrá por nosotras en cualquier minuto.

Resignada salí a la estancia para reunirme con mi madre. Rachel hablaba como loca por teléfono al tiempo que caminaba de un lado a otro. Se veía preciosa. Llevaba un vestido color ciruela ceñido a la cintura con tacones bastante clásicos. Sus labios estaban pintados del más intenso de los rojos y su cabello resaltaba tan brillante y sedoso como siempre.

Mamá también se veía espectacular. Llevaba un vestido negro con corte de los 50's y unos tacones del mismo tono. Su cabello estaba arreglado en un ligero moño y su maquillaje era de lo más discreto, haciéndole justicia a sus bellos ojos esmeralda.

—Hubo un problema con la dirección para un pedido —explicó mi madre—. Rachel está tratando de solucionarlo. ¡En fin! —dijo, encogiéndose de hombros—. ¿Estás lista?

—Sí.

Mi estómago se encogió.

<<Oh, joder, cada vez está más cerca...>>

Elliot fue por nosotros tal y como había dicho y Rachel solucionó el problema con la dirección del pedido. Esa semana mi madre y mi mejor amiga habían estado hechas lío con la fiesta del sábado y esperaban a muchos asistentes aquella noche.

Cuando llegamos, los meseros ya estaban acomodando todo. Habían bandejas de bocadillos por todos lados. Tazas con café. Los aparadores llenos de pasteles y la cafetería más viva que nunca. Iba a ser una gran fiesta definitivamente. En medio de todo eso vi a Nicholas, dirigiendo a las personas de un lado a otro. Casi de inmediato fue a reunirse con nosotros.

—Nicholas, las bebidas llegarán en cualquier momento —anunció Rachel rápidamente—. Hubo un error en la dirección, ¡estaban en Queens! ¿Puedes creerlo? ¡Pero no te preocupes todo está solucionado! Hoy es tu gran noche y todo irá de maravilla.

Mi amigo frunció el ceño.

—¿Bebidas? Pensé que daríamos café...

—¡¿Café?! —exclamó escandalizada—. ¡Nicholas! ¿Has perdido a cabeza?

—Sólo pensé que esto era la inauguración de una cafetería y que habría café... —balbuceó el muchacho, no muy seguro. Casi suelto una carcajada debo admitirlo—. De cualquier forma, muchas gracias a las tres, hicieron un trabajo estupendo estos días que estuve fuera de la ciudad.

Sólo tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora