Treinta y uno.

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—¡¿Podrías dejar de arreglar mi vida?! —exclamé, riendo—. Eres como mi hada madrina, Rachel.

Ella rió fuerte.

—¿Por qué dices eso, Eli?

—Porque me conseguiste un techo y un empleo.

—Me da gusto —sonrió—, pero necesitaba un roomie y no quería trabajar para mi hermano. Me haces un favor, ¡gracias a ti!

—¿Y qué haré? —quise saber.

—Secretaria o asistente, no lo sé. Es médico, puso un consultorio en la ciudad y próximamente se mudará, mientras tanto necesita de alguien que concerté citas con los pacientes y cosas así. Te agradará, es un buen hombre. Se puso algo histérico cuando le hablé de ti y que apenas unas horas de conocerte ya eras mi roomie. Es un poco paranoico, él dice que soy inocente.

Se encogió de hombros.

—Pero te haré unas preguntas para conocerte. Me dijo que te las hiciera y aunque le grité que no lo haría, lo haré.

—Me parece bien —sonreí.

—¿Edad?

—18.

—Te gano —sacó la lengua—: 19. ¿A qué te dedicas?

—Estudiaré en agosto periodismo.

—¡Eso es asombroso! La universidad no es lo mío —arrugó la nariz. Noté que lo hacía muy seguido—. No soy muy buena estudiando, supongo que es en lo que más nos diferenciamos mi hermano y yo. Él estudia como desquiciado, yo soy más… feliz —rió—. Ahora… ¿tienes hermanos?

—No, sólo mamá y yo.

—¿Vive en Cape May?

—Así es.

—¿Tienes novio?

—No —resoplé.

—¿Planeas tenerlo próximamente?

—Lo único que planeo tener es a mi bebé —reí.

—¿Color favorito?

—Vino tinto.

—¿Pelirroja natural?

—Sí.

—Creo que sería todo.

—Fue un placer.

—El mío… ¡LA RATA!

Terminamos de limpiar cerca del amanecer. Cuando por fin nos dejamos caer en el sofá cama, sólo quedaban un par de horas antes de ir a la cita de trabajo con el hermano de Rachel por lo que fui al baño a darme una ducha. Tenía el tiempo justo.

El agua estaba helada. Apenas si logré mantenerme treinta segundos bajo el chorro de hielo que caía en forma de gotas de agua sobre mi cabeza. Salí tiritando. Rachel estaba completamente dormida.

Mientras cepillaba mi cabello recapitulé mi día anterior. Había sido terrible sin duda alguna. Nicholas me había roto el corazón, había peleado con Claire, Mary-Kate había perdido su empleo, Mark había regresado a mi vida y el imbécil de Nicholas la había cagado de nuevo. Eso sin contar que me había quedado sin techo.

Un día inolvidable, sin duda.

Pero entonces Rachel se había cruzado en mi camino y me había ayudado. Eso debía de ser obra de Dios.

Me puse un pantalón color negro (el cual me costó mucho trabajo entrar) y una blusa perla. Até mi cabello con una liga y puse máscara en mis pestañas y un labial color mate sobre mis labios. Cuando terminé, fui a despertar a Rachel.

Sólo tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora