Los padres de familia se arremolinaban en la entrada del teatro del instituto con sus boletos en mano. Los hombres iban de traje y las mujeres de vestidos caros de seda que se amoldaban a su silueta a la perfección. A pesar de ser sólo una obra escolar –Annie!–, y no la Ópera de París, la única regla de esa noche –además de apagar los celulares antes de que iniciara la función– era vestir de etiqueta. Por lo que podía observar a mi alrededor, todos se lo habían tomado bastante en serio.
Esperaba que Mark no lo hubiese olvidado.
—¡Eleanor! —me llamó Chelsea desde la entrada—. ¡Pensé que ya estabas adentro! Te reservé unos sitios espléndidos, espero que traigas la cámara.
Chelsea era mi única amiga en el trabajo. Había sido la misma que me había recibido amablemente en mi primer día y la única con la que almorzaba a medio día. Era la clase de chica que asistía todos los domingos a misa, que no tomaba una decisión sin consultárselo a su madre y que ansiaba un amor tan romántico como el de Elizabeth y Darcy, cosa que yo no terminaba de entender.
—Aquí la tengo —levanté mi bolso con una sonrisa—. Estoy esperando a Mark, prometió que estaría aquí y no aparece —suspiré preocupada.
Chelsea sonrió con malicia.
—Quita esa cara —gruñí—. No quiero que a Charlie se le rompa el corazón si el falta.
—Tienes razón, pero aún así no sé cómo rayos puedes resistirte a él, ¡es taaaan guapo!
—¿Olvidas que tengo novio? —rezongué—. Un flamante doctor que me ama a mí y a mi hija.
—No me malinterpretes, David es perfecto –en realidad, muy perfecto– pero Mark tiene ese aire de chico malo que termina por derretirme.
—Eso pensaba la joven y tonta Eleanor y mira dónde terminó todo —solté una carcajada—, pero por milésima vez Chelsea: si quieres invitarlo a salir hazlo. No te preocupes por mí.
—¿No sería extraño?
Antes de que pudiera responder, noté palidecer a mi amiga. Sus ojos estaban puestos en algún punto por encima de mi cabeza. Confundida, seguí el hilo de su mirada y encontré a Mark corriendo en mi dirección ataviado en un traje color negro con corbata. Puse los brazos en jarras y él adivinó al instante lo que estaba por decirle, o más bien reclamarle:
—¡Lo sé! —levantó sus manos en señal de rendición—. Dijiste que tenía que estar aquí media hora antes pero el tráfico de Nueva York es una verdadera tortura.
Puse los ojos en blanco.
—Lo importante es que estás aquí —repuse de mala gana—. Ahora vamos adentro que perderemos nuestros lugares.
Me giré sobre mis talones, esperando encontrar a Chelsea babeando por Mark pero ella ya se había marchado. Lo más probable era que hubiese huido tan pronto como había tenido oportunidad para no tener que enfrentarse a Mark y a su aura de rebeldía y seducción, como ella solía decir, descripción que siempre terminaba por provocarme unas tremendas ganas de vomitar.
Mark me siguió por el pasillo hacia la entrada del auditorio. Entregamos nuestros boletos y pasamos a través de un corredor que nos llevó hasta el teatro. No fue muy difícil encontrar nuestros asientos y tal y como había dicho Chelsea, eran unas localidades estupendas. Iba a poder tomar unas excelentes fotos de la obra escolar desde esos asientos.
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Sólo tú.
Romance¿Existe la amistad entre un hombre y una mujer sin que uno termine enamorado del otro? Desde niños Eleanor Evans y Nicholas Hayes han sido mejores amigos y nunca enamorarse del otro había significado un problema. Al menos hasta que sus sentimientos...