Cuando la alarma me despertó solté una palabrota. No quería levantarme, no quería despertar: lo único que me apetecía era seguir durmiendo.
La alarma volvió a sonar otra vez.
—Mierda.
Me abracé de mi almohada y oculté mi rostro en ella. Quizá si me concentraba lo suficiente iba a retroceder el tiempo e iba a lograr dormir unas tres horas más.
Y la alarma volvió a sonar.
—Creo que estoy a punto de lanzar el despertador por la ventana —gruñó David a mi lado y yo me eché a reír.
—Por esta misma razón me casé contigo.
—Vamos —me animó con ternura, mientras me abrazaba y me atraía hacia él. Su voz sonaba ronca y muy sexy—. Es tu gran día, amor mío.
—Diablos —suspiré—. Estoy jodidamente nerviosa, ¿y si me trabo al hablar? ¿y si se me olvida cómo leer?
David soltó una carcajada.
—Eso no va a pasar —me prometió—. Y si es así yo voy a estar ahí y te seguiré queriendo de la misma forma que lo hago ahora.
—¿Lo prometes?
—Prometido.
Dicho eso me besó en la frente y me ayudó a incorporarme. Avancé lentamente hacia el baño y empujé la puerta. Lo primero que vi en el espejo fue mi rostro sin maquillaje y aún adormilado. Mi cabello estaba despeinado y me tallé mis ojos con los dedos de mis manos para despabilarme por completo. Entonces sentí un golpecito en el interior de mi vientre y sonreí.
—Thomas ya está listo para ver a su madre hacer el ridículo —le grité a David y alcancé a escuchar su risa.
Mi esposo corrió hacia el baño y posó su mano sobre mi vientre y esbozó una cálida sonrisa. La felicidad iluminaba sus ojos y yo sólo tenía ganas de besarlo.
—No me cansaré de esto nunca —prometió.
Me lancé a sus brazos.
Luego de eso me puse mi albornoz y fui a cepillarme los dientes. David se metió a la ducha y cuando terminé fui a despertar a Charlie para que no perdiera el autobús para el colegio.
Mecánicamente pasé primero por la habitación de Thomas.
Hacía tres semanas desde que habíamos comenzado a decorarla y poco a poco se llenaba de muebles y jueguetes. En cuatro meses él estaría con nosotros y la idea de sostenerlo entre mis brazos sólo me llenaba de emoción.
Me había enterado de que estaba embarazada un par de semanas después de que hubiese dejado mi empleo en el colegio para dedicarme por completo a la revista y a mi libro. Había sido completamente diferente a la forma en la que me había enterado que esperaba a Charlie hacía quince años. Esta ocasión no hubo drama, ni llanto y el mundo no se me vino encima ni por asomo, sólo hubo dicha y felicidad y mucho amor por estar esperando al bebé del hombre al cual amaba.
Recuerdo que en el segundo en el que se lo comuniqué a David, él perdió la cabeza y trabajó día y noche para convertirse en el mejor papá del mundo. Procuraba estar cerca de mí todo el tiempo y cuando se marchaba al hospital me llamaba a cada hora para verificar que todo estuviera en orden. Monitoreaba mi embarazo cada día y me llenaba de vitaminas y suplementos alimenticios como si se tratasen de caramelos. También se comía libros sobre paternidad y sobre el cuidado de los bebés a pesar de que yo le repetía hasta el cansancio que no eran tan aterradores como los imaginaba. Entonces él sonreía y se inclinaba para besar mis labios.
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Sólo tú.
Romance¿Existe la amistad entre un hombre y una mujer sin que uno termine enamorado del otro? Desde niños Eleanor Evans y Nicholas Hayes han sido mejores amigos y nunca enamorarse del otro había significado un problema. Al menos hasta que sus sentimientos...