Cincuenta.

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Había entrado miles de veces al cuarto de Nicholas y lo conocía de memoria. Había una cama matrimonial en el centro, resguardada por dos mesitas de noche. Las paredes estaban teñidas de un bellísimo gris azulado y tenían colgados varios carteles de cultura popular. También había un escritorio y un librero donde guardaba celosamente su colección de libros de Harry Potter que tanto gustaba.

Ahora estaba en la alcoba de Charlie y me sentía ajena a ese lugar. Sólo un par de veces había entrado y sólo había sido por unos minutos antes de volver al cuarto de Nicholas donde veíamos películas o hacíamos los deberes. Antes de la graduación Charlie y yo no habíamos tenido una relación muy estrecha y me dolía un poco pensar en todos los años en que sólo intercambiábamos incómodos saludos cada vez que llegaba.

—¿Estás bien? Te veo muy pensativa desde que llegamos.

Parpadeé. Charlie se había metido a bañar y yo lo había esperado en su cama. Nicholas había hecho lo mismo en el baño de su alcoba. Apenas había hablado con él.

Charlie salió con unos vaqueros limpios y una camisa color blanco. Se veía distinto ahora que se había quitado el uniforme.

—No es nada. Tengo algunas cosas pendientes por hacer.

—¿Qué te parece si las haces mañana? Hoy quiero pasar todo el día contigo.

—¿No deberías estar con tu madre? —dije, levantando las cejas.

—Me quedaré un par de días aquí en Cape May a su cuidado y tú te vas esta noche, ¿no es así?

Lamentablemente así era. Tenía tarea por hacer y tenía que planear mi artículo en el periódico. Dolía un poco saber que Charlie y yo no íbamos a poder estar todo el tiempo juntos y que pronto se marcharía de nuevo. Lo cierto es que, a pesar de mi ya ocupada vida, esperaba que fuera conmigo a Nueva York. Aparentemente no sería así.

—¿Sucede algo?

—Pensaba que irías a Nueva York pero lo entiendo —me apresuré a decir—. Tu mamá te necesita ahora.

—Gracias, sabía que lo ibas a comprender.

Escuchamos unos pasos en el pasillo y Nicholas apareció, recargándose en el marco de la puerta. Lo vi un poco más reparado. Incluso me sonrió con nostalgia en su mirada color jade.

—¿Están listos? Me ruge el estómago, ¿qué les parece si vamos a Rudy’s antes de regresar al hospital?

La idea se nos antojó perfecta.

***

Estar en la cafetería donde pasé cada sábado de mi infancia y adolescencia me puso muy contenta. Las cosas no habían cambiado ahí. Seguían las mismas mesas en el mismo lugar y la misma rocola en la esquina. Incluso seguían las mismas meseras.

Nos sentamos en una mesa pegada a la ventana, nuestro lugar de siempre. Afuera apenas pasaba uno que otro coche pero las personas transitaban por las banquetas como hormigas rumbo a la costa. Hacía un día estupendo y los habitantes de Cape May no se perderían una buena barbacoa en la playa.

Una mesera fue a pedir nuestra orden. Apenas me prestó atención. La chica estaba embelesada en Charlie. Tuve que contener una carcajada. Ahora Charlie se había vuelto en un imán de chicas, ¡debía saberlo!

Nicholas y yo ordenamos hot cakes con tocino y café sin azúcar. Sonreí al comprobar que seguíamos nuestra pequeña tradición a pesar de todo. Charlie en cambio pidió una enorme hamburguesa con guacamole y una soda.

—¿Te regresarás hoy, El?

Nicholas ya estaba más relajado. Desde que habíamos salido de su casa lo vi un poco más sonriente y la tensión en su mandíbula y hombros prácticamente se había desvanecido. Incluso me abrazó mientras nos dirigíamos al coche y bromeó durante todo el camino. Me alegré de que no estuviera incómodo por mi relación con su hermano. Tal vez su expresión al vernos juntos, la noche anterior, sólo había sido por el incidente de su madre y no porque estuviera celoso. Quizás yo sólo era una malpensada.

Sólo tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora