—¡Mi hermano te explota! —gritó Rachel tan pronto como colgué.
La chica se cruzó de brazos y se dejó caer sobre mi escritorio.
—No es verdad.
—¡Estás a punto de parir, Eleanor!
—Necesito el trabajo —tercié—. Necesito el dinero.
—Por la casa no te preocupes, amiga —susurró Rachel.
David no tenía ni la más mínima idea de dónde vivíamos. Entre las dos nos habíamos encargado de guardar el secreto hasta que la casa estuviera lista. Pero las cosas no iban muy bien con eso.
Habíamos terminado de limpiar y de pintar la casa, pero aún faltaban muchos detalles antes de hacer “habitable” el lugar; esos detalles costarían mucho dinero y con mi restringido salario y la vida inexistente de Rachel como modelo, no nos podíamos permitir gastar en eso.
—¿Tuviste alguna entrevista? —le pregunté.
La chica sacudió la cabeza y se acostó en uno de los sillones de la recepción del consultorio de David. Ocultó su cara en uno de sus brazos.
—No, Eleanor. ¡Dos semanas! ¡Dos semanas!
—¡Dos semanas, Rach! Es poco tiempo, sigue intentando.
—Eso no me preocupa —confesó—, me quedaré sin dinero al paso que voy.
—¿Y si le pides ayuda a tu hermano?
Francamente no entendía cómo era que Rachel no le había pedido ayuda a David a esas alturas de la vida. Conociendo al hombre, y sabiendo el amor que le profesaba a su hermana, él no se negaría ni un segundo en ayudarla.
—¡¿Acaso no lo conoces, Eleanor?! —dijo, riendo.
No entendía el chiste.
Rachel se calló de pronto.
—¿En serio no sabes?
—No, Rachel. Explícate.
La chica se incorporó de un salto y se sentó en mi escritorio.
—Mi hermano fue el primero en oponerse cuando le dije que quería ser modelo.
—¿Por?
Rachel frunció los labios y su rostro se tornó serio.
—Mis padres murieron en un accidente cuando iba en secundaria. Él siempre se ha hecho cargo de mí —susurró—. Mi adolescencia la pasé en un internado, hasta hace un año seguía atrapada dentro de cuatro paredes. No soy como mi hermano, me cuesta trabajo permanecer dentro de un cuarto con un libro enfrente, yo soy más libre. Él no lo comprende —suspiró—, cuando se entere de la casa —dijo esto último susurrando— y que el plan no está saliendo como esperaba… Estoy muerta.
Puse los ojos en blanco.
—Todo saldrá bien.
—Espero, sino terminaré trabajando en el restaurante chino de abajo.
—¿Están contratando?
—¡Desde que llegamos, amiga!
—No lo había notado —me defendí—. Pero, ahora que lo mencionas, lo estoy considerando.
—¡Eleanor! ¡Pero si aquí te explotan!
—No es verdad. Tu hermano es muy comprensivo.
—No lo es, tú eres una asistente perfecta y no tiene razón para quejarse, es por eso que no te dice nada —terció.
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Sólo tú.
Romans¿Existe la amistad entre un hombre y una mujer sin que uno termine enamorado del otro? Desde niños Eleanor Evans y Nicholas Hayes han sido mejores amigos y nunca enamorarse del otro había significado un problema. Al menos hasta que sus sentimientos...