Veintidós.

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Cuando bajamos devuelta al departamento, el teléfono estaba sonando. Nicholas fue a contestar y recordé que no le había llamado a mi madre para avisarle que ya había llegado, ¡seguramente era ella!

—Te llaman, El.

Me pasó el teléfono con cuidado y escuché la voz de Charlie al otro lado.

—¡Eleanor, no me avisaste que te ibas a marchar!

Joder.

—Lo lamento, Charlie, fue de improviso. No lo tenía planeado —aseguré.

—Me iré en un mes, esperaba pasarlo contigo —admitió.

—Deberías de venir —ofrecí no muy convencida. Me comenzaba a sentir mal por no corresponderle de la misma forma a Charlie—, será divertido.

—Probablemente lo haga en unos días. Mamá no quiere separarse de mí, ya sabes cómo es. Desde que su hijo favorito se fue (ayer), no ha dejado de llorar ni repetirme que no la abandone.

—Está bien, entonces te esperaremos.

—No hagan nada divertido sin mí, bonita.

—Lo prometo.

Colgué y la mirada de Nicholas estaba sobre mí. Parecía estar leyendo mi mente y me perturbaba un poco que lo hiciera.

—Deberías de decirle que no sientes lo mismo —dijo al fin.

¡Joder! ¿Cómo lo había hecho?

—¿Cómo…?

—Te conozco muy bien, Eleanor. Y sí, debes de decírselo. Charlie es muy sensible aunque no lo creas y nunca lo había visto tan entusiasmado por alguien. Evita que termine con el corazón irreparable.

—¿Qué quieres que haga? ¿Qué le llame y le diga: “Charlie, no te quiero, pero me caes bien. Eres buen chico”?

—Sí.

—No es tan sencillo.

—Lo es, tú te complicas mucho la vida, Evans.

—Calla, Hayes.

Él sólo rió.

Yo no dije nada porque sabía que en el fondo él tenía razón. Debía de aclarar las cosas con Charlie, debía de decírselo antes de que las cosas se hicieran más complicadas y debía de hacerlo ya. El detalle es que por alguna razón, no quería hacerlo.

Nicholas se excusó y se metió a bañar. Yo fui a mi alcoba y empecé a acomodar mis cosas en su sitio. Mi habitación no era tan grande, estaba hecha justo a mis necesidades. Tenía una ventana que daba hacia la calle y las paredes beige combinaban con la ropa de la cama color azul. Había varias repisas y un clóset pequeño en el que cupieron perfectamente mis pocas pertenencias. Cuando terminé me metí a duchar y después me quedé dormida.

—¡Tierra llamando a Evans!

La voz de Nicholas me despertó y me incorporé sobresaltada. Al ver su cara de burla, le lancé una almohada. Él la atrapó con una mano y me la lanzó devuelta. Aterrizó directamente en mi rostro.

—¡Joder, Nicholas! Eres el peor roomie en la historia.

—Tú no te quedas atrás —terció—, nos retrasaste el día de hoy.

—¿A qué te refieres?

—Tenemos que visitar muchos lugares hoy. Ahora, date prisa.

A regañadientes lo seguí.

Nicholas tenía una lista de los sitios a los que quería visitar. Desde el Central Park hasta la Quinta Avenida y de el Museo de Historia Natural hasta el Time Square. Por supuesto que no los alcanzamos a visitar todos. Nos perdimos en el subterráneo fácil unas cinco veces y mi estado de mujer preñada hizo que nos detuviéramos varias veces.

Sólo tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora